Jean-Paul Sartre

[2]​ Fue el décimo escritor francés galardonado como Premio Nobel de Literatura, en 1964, pero lo rechazó explicando en una carta[3]​ a la Academia Sueca que él tenía por regla rechazar todo reconocimiento o distinción y que los lazos entre el hombre y la cultura debían desarrollarse directamente, sin pasar por las instituciones establecidas del sistema.Fue durante este período de confinamiento por las tropas alemanas cuando leyó Ser y tiempo, obra de Martin Heidegger, que más tarde se convertiría en una gran influencia para su propio ensayo sobre fenomenología y ontología.En su ensayo París bajo la ocupación, Sartre escribió que el comportamiento «correcto» de los alemanes había atrapado a demasiados parisinos en la complicidad con la ocupación, aceptando como natural lo que no era natural:Al propio Sartre siempre le resultaba difícil cuando un soldado de la Wehrmacht le pedía indicaciones, normalmente decía que no sabía a dónde quería ir el soldado, pero aun así se sentía incómodo ya que el mero hecho de hablar con la Wehrmacht significaba que había sido cómplice de la ocupación.[25]​ Bajo la ocupación, los franceses solían llamar a los alemanes les autres («los otros»), lo que inspiró su famoso aforismo, incluido en la obra teatral A puerta cerrada: «l'enfer, c'est les autres» («El infierno son los otros»).[26]​ Sartre pretendía que la línea «l'enfer, c'est les autres» fuera, al menos en parte, una indirecta a los ocupantes alemanes.[26]​ Fue un colaborador muy activo de Combat, un periódico creado durante el periodo clandestino por Albert Camus, un filósofo y escritor argelino-francés que se unió a la resistencia francesa contra el nazismo.Sartre escribió mucho en la posguerra sobre grupos minoritarios desatendidos, concretamente sobre los judíos franceses y los negros.[cita requerida] En 1945, una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, se trasladó a París a un apartamento en la rue Bonaparte, donde produciría la mayor parte de su obra posterior y donde vivió hasta 1962.Desde allí ayudó a fundar una revista literaria y política trimestral, Les Temps modernes, en parte para popularizar su pensamiento.[30]​ Fue «despiadado» al atacar a cualquiera que hubiera colaborado o permanecido pasivo durante la ocupación alemana; por ejemplo, criticando a Camus por firmar un llamamiento para evitar que el escritor colaboracionista Robert Brasillach fuera ejecutado.[30]​ Las manos sucias, obra teatral escrita 1948, exploraba particularmente el problema de ser un intelectual políticamente «comprometido».Abrazó el marxismo, pero no se afilió al Partido Comunista Francés (PCF).Sartre creía que los fracasos de los Estados «burgueses» se debían a sus deficiencias innatas.Por un lado, vio en Hungría una verdadera reunificación entre intelectuales y trabajadores[41]​[42]​ solo para criticarlo por «perder la base socialista».[30]​ Visitó Cuba en la década de 1960 para conocer a Fidel Castro y habló con Ernesto Che Guevara.[55]​ Sin embargo, se posicionó en contra de la persecución de los homosexuales por parte del gobierno castrista, que comparó con la persecución nazi a los judíos, y dijo: «En Cuba no hay judíos, pero hay homosexuales perseguidos».En 1964, renunció a la literatura en un relato autobiográfico, ingenioso y sardónico, sobre los primeros diez años de su vida, Las palabras.La literatura, concluyó, funcionaba en última instancia como un sustituto burgués del compromiso real con el mundo.Dijo que no deseaba ser «transformado» por ese premio, y que no quería tomar partido en una lucha cultural entre Oriente y Occidente aceptando un premio de una prominente institución cultural occidental.En una segunda etapa, se adscribió al marxismo, cuyo pensamiento expresó en Crítica de la razón dialéctica (1960), aunque él siempre consideró a esta obra como una continuación de El ser y la nada.Tenía una ayudante doméstica argelina, Arlette Elkaïm, a quien hizo su compañera e hija adoptiva en 1965.[cita requerida] Algunos comentartistas consideraron que «nunca fue marxista completamente porque esa filosofía «no puede ser reconciliada con el existencialismo sartreano» (Copleston, 1994).[6]​ Su pensamiento político atravesó varias etapas contradictorias: desde los momentos de Socialismo y Libertad, agrupación política de la resistencia francesa frente a la ocupación alemana, cuando redactó un programa basado en Saint-Simon, Proudhon y demás, cuando consideraba que el socialismo de Estado era contradictorio con la libertad del individuo, hasta su breve adhesión al Partido Comunista Francés, y su posterior acercamiento y activismo militante al lado de los maoístas.[cita requerida] Su énfasis en los valores humanistas de Marx y su resultante interés en el joven Marx lo llevaron al famoso debate con el principal intelectual comunista en Francia de los años sesenta, Louis Althusser, quien trató de redefinir el trabajo de Marx en un periodo premarxista, con generalizaciones esencialistas sobre la humanidad, y un periodo auténticamente marxista, más maduro y científico (a partir del Grundrisse y El capital).En 1948 la Iglesia católica listó todos los libros de Sartre en el Index librorum prohibitorum.Se trata de una aproximación más práctica y menos teórica al existencialismo.Sin embargo, lo rechazó, alegando que su aceptación implicaría perder su identidad de filósofo.[4]​[56]​ Sartre rechazó durante décadas la noción del Unbewußtsein («lo inconsciente»), particularmente la planteada por Freud.De este modo, intentó un «psicoanálisis racionalista» al cual llamó «psicoanálisis existencial», basándose en una total autocrítica del sujeto hasta profundización que eliminara la «mala fe», que es un autoengaño (basado principalmente en racionalizaciones) por las cuales el sujeto pretende tranquilizarse, y al tratarse precisamente de «fe», el individuo cree ciegamente en ellas sin cuestionarlas.
Sartre (tercero desde la izquierda) y otros periodistas franceses visitan al general George C. Marshall en el Pentágono, 1945.
Hogar de Hélène de Beauvoir en Goxwiller, donde Sartre intentó ocultarse de los medios luego de ser galardonado con el Premio Nobel.
Tumba de Jean-Paul Sartre y de Simone de Beauvoir, en el cementerio de Montparnasse.
Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre se entrevistaron con Ernesto Che Guevara , en Cuba en 1960.
Jean-Paul Sartre en 1967.