Entre muchos ejemplos, en la antigua China los puntos cardinales eran representados por los colores azul, rojo, blanco y negro,[1] reservando el amarillo para el centro (por tanto, el amarillo fue tradicionalmente el color del imperio chino).
En Europa los alquimistas relacionaban los colores con características de los materiales que utilizaban, por ejemplo, el rojo para el azufre, el blanco para el mercurio y el verde para ácidos o disolventes.
Con posterioridad a este, entre los siglos XIV y XV, Cennino Cennini escribe el que sería el más famosos tratado de técnicas artísticas en las que hace cuidadosas observaciones acerca de los colores.
Una mención de la Enciclopedia Británica[cita requerida] permite posiblemente redondear el contexto del problema:
Entre sus obras destacan diversas publicaciones para niños: La verdadera historia de los colores (2006), así como novelas: A la tercera va la vencida(1990).
No son los métodos ni las posibilidades curativas de los medios empleados lo que aquí nos interesa incluso teniendo en cuenta las ‘terapias’ con colores conociendo que estos pueden compensar las carencias sentidas a partir de su uso.
Así como un ‘color’ o ‘mezcla de color’ favorito que es tan sólo un criterio, no puede estar asociado a la idea de ‘belleza’ pues el concepto ‘favorito’ es subjetivo.
Mientras en un diseño creativo el 'color' es superfluo dado que ha de primar la funcionalidad o cuando se repite como concepto presentándose en diferentes soluciones.
No es la abundancia de 'tonos' diferentes lo que hace el crear la obra sino la limitación a unos pocos colores.