Los colores litúrgicos son los colores específicos utilizados en la vestimenta del celebrante, y en otra ornamentación (por ejemplo, la bolsa y el velo del cáliz, el antependium, etc.) en el contexto de la liturgia cristiana.
[4] Joseph Braun señaló: «sería extraño que en el siglo V, cuando, como atestigua la carta cornutiana del año 471, se embellecían las basílicas alrededor del ciborio y en los intercolumnios con ricos paños de oro y púrpura, estos colores no apareciesen también en las vestiduras usadas en el altar».
En este período, un tratado irlandés discurre sobre los colores de las casullas a utilizarse en la misa: oro (amarillo), azul, blanco, verde, marrón, rojo, negro y morado.
[6] Posteriormente, fueron aprobados por el papa Pío V y prevalecen hasta el día de hoy.
[7] Según la Ordenación General del Misal Romano (número 345), la variedad de los colores en la liturgia católica, tiene dos finalidades:[9] A continuación se señalan los colores usados —de forma obligatoria o potestativa según los casos— y sus simbolismos respectivos.