[6] Natural de Astorga, estudió Leyes y se trasladó a Madrid, donde amasó una fortuna mediante la actividad de prestamista y cambista.
En 1600 le sucedió su hijo • Jerónimo Vázquez Buelta, II señor de Toreno, primer poseedor de un mayorazgo que le fundaron los señores antes citados, sus padres.
Esta transmisión quedó sin efecto, probablemente por carecer de la preceptiva licencia real.
Y cinco años después, en 1613, Jerónimo Vázquez Buelta vendió el señorío al precio de 16.000 ducados.
Contaba para ello con real licencia, y el comprador fue
Pasó a la Nueva España y se avecindó en la Ciudad de México.
La concesión le facultaba para designar teniente que sirviese efectivamente el oficio.
Las grandes preeminencias políticas y honoríficas que este cargo comportaba en la Junta General del Principado darían pie a graves conflictos.
Para prevenirlos, el propio concesionario se apresuró a renunciar a las meramente honorarias,[12] pero esto no apaciguó a la Junta, que inició una serie de litigios contra el Consejo Real pidiendo la revocación de la merced.
[13] Pero el caso del alferazgo mayor del Principado tenía especial importancia política por afectar al funcionamiento de la propia Junta y su diputación.
Según M.ª Ángeles Faya, la creación de este oficio «es un ejemplo de favor real a un noble asturiano con influencia en la Corte, del que se espera que, desde su nuevo cargo, pueda controlar la Junta General».
Y se inscribe en una serie de provisiones del Consejo de Castilla tendentes al mismo fin, como una de 1643 que prohibía que los pleitos movidos por la Junta contra el Consejo se sufragasen con propios y rentas del Principado o mediante reparto a los vecinos, u otra de 1670 que declaraba no estar incluido este alferazgo en la extinción de oficios decretada el año anterior.
Sostiene dicha autora que la posición de poder del alférez mayor como valedor de la Corona y del Consejo «le permitirá mantenerse en el cargo a pesar de los pleitos que la Junta litigó en los años cuarenta y sesenta».
[17][18] Los Queipo, hidalgos originarios del concejo de Cangas de Tineo, se perfilaban ya desde el siglo XIV como linaje preponderante del suroccidente asturiano, replicando a escala comarcal la estrategia que encumbró a los Quirós como linaje hegemónico de la región: el servicio a la corona y la alianza con la mitra episcopal ovetense.
En las guerras banderizas de aquel siglo y el siguiente solían alinearse con los Quirós.
Esta propiedad forestal perteneció a los Queipo de Llano durante unos quinientos años: desde principios del siglo XV hasta que en 1901 la vendió el IX conde de Toreno.
Los Queipo, agraviados por el nuevo marqués, fueron muy beligerantes contra su dominio.
Y en este conflicto tuvieron por aliados a los mismos reyes, que deseaban revocar aquella merced, hecha en un momento de debilidad, y recuperar para el realengo dicho territorio.
[20] En el tercio central del siglo XVI tienen lugar cuatro sucesivos casamientos que enlazan al linaje de los Queipo, mediante vínculos reforzados, con la familia o parentela (evitamos aquí el término linaje) del arzobispo Fernando de Valdés y Salas: figura prominente del reinado de Felipe II, con quien tuvo los cargos de inquisidor general y presidente del Consejo de Castilla.
La historiadora Janine Fayard, en su definitiva monografía Los miembros del Consejo de Castilla (1621-1746), caracteriza a esta institución como el verdadero meollo del poder del estado durante el régimen polisinodial y señala a dicha parentela como el ejemplo más exitoso de la estrategia, común entre las familias que accedían a tal círculo, de intentar perpetuarse en él.
Y elige incluso, con cierta imprecisión genealógica, el nombre de «los Queipo de Llano» para designar a este grupo familiar, si bien aclara que no era estrictamente un linaje sino «una verdadera gens» que incluía a varios, y que en sus borrosos contornos se extendía hasta allegados por «solidaridad regional».
Y unió a Juan Queipo de Llano el Viejo, que iba a ser el primer poseedor del mayorazgo, con Mayor Álvarez de Tineo, sobrina segunda del prelado: un parentesco aún lejano y que renovaba la previa consanguinidad de los Queipos con los Llanos de Cangas, a la que aquellos debían la adición del apellido Llano.
También en el siglo XVI, se establecieron en Cangas los Omaña, que aunque recién llegados del reino de León poseían en esta villa importantes bienes, derechos y preeminencias como causahabientes, precisamente, de los Quiñones.
Mayor Álvarez tuvo por sobrinos carnales a dos obispos y consejeros de la Suprema Inquisición.
Sucedió en el mayorazgo familiar al morir sin descendencia su hermano Suero, ya referido, y le agregó bienes mediante escritura del 31 de octubre de 1632, por la que también otorgaba poder para testar a Diego García de Tineo, su tío ya citado.
En los matrimonios «de fuera» como este se buscaban alianzas que reforzasen la influencia del linaje en la Corte, pero también sus intereses patrimoniales por toda España.
En una y otra pronunció numerosas conferencias sobre mineralogía, algunas de las cuales fueron publicadas en dos tomos.
En 1790 le cupo el honor de proclamar, como alférez mayor del Principado, al nuevo rey Don Carlos IV,[18] escena recogida en un cuadro pintado por Francisco Leopoldo Reiter que le representa a caballo, tremolando el pendón ante la Fortaleza de Oviedo.
Residió en Madrid y en Cuenca durante los primeros años de su matrimonio.
Contrajo primer matrimonio en Altea (Alicante), febrero de 1985, con Macarena Campomanes Eguiguren.