Juan de Lugo y Quiroga

Estudió gramática, retórica y artes en el Colegio de San Hermenegildo de Sevilla, donde a los trece años defendió en acto público toda la lógica.

En 1616, comenzó por el tratado De Eucharistia su magisterio teológico en Valladolid.

Busca la concisión, pero sin que el problema pierda profundidad y claridad y sin omitir nada que pueda conducir positivamente a su esclarecimiento o solución.

Evita la excesiva insistencia en puntos que no merecen un riguroso examen, o disquisiciones inútiles.

Imprime a su investigación un sello netamente personal y se preocupa por renovar la filosofía y teología escolásticas, señalando con prudente audacia caminos nuevos y originales, como en la doctrina del objeto formal de la fe, de la subsistencia creada, de la unión hipostática, del misterio eucarístico, de la solución al problema filósofico del continuo material, etc. Es especialmente juicioso en materias morales.

Entre su teología dogmática y moral existe una conexión intrínseca de fundamento a fundado.

Una de sus sentencias más famosas es ésta: “Pretium iustum mathematicum licet soli Deo notum”.