Allí, ocioso, se estableció en casa de un escultor, de los tantos que tenía la ciudad gracias a los talleres que había fomentado la Corona.
Esta información tiene el aval de la indudable influencia que en las obras del astur se ve de las del gran artista vallisoletano.
Después de aprender el oficio regresó a Asturias, estableciéndose en Oviedo con taller propio y en Asturias vivió permanentemente, sin más desplazamientos que ocasionales viajes por breves temporadas.
Era persona de notoria hidalguía y buena posición en el país.
Con él trabajó otro notable escultor asturiano, Francisco González, que antes o después tuvo también taller propio en la calle Cimadevilla, de Oviedo.