El término Inquisidor (del latín inquirere < quaerere, "buscar", aquel que "busca" o "inquiere") era la denominación de los presbíteros que se designaban a cada uno de los tres juzgados de la Inquisición, un tribunal y organización creada para extirpar la herejía religiosa, la heterodoxia ideológica y otros asuntos rechazados por la Iglesia católica mediante la censura o expurgo (libros, comedias etc.), el castigo jurídico (multa, confiscación, sambenito) o la ejecución por la hoguera (reos rebeldes), en efigie (reos huidos o desaparecidos), por la horca (reos de condición humilde reconciliados) o por el hacha (reos de elevada condición social).
La Inquisición fue establecida en el año 1184 mediante la bula del Papa Lucio III Ad abolendam, como un instrumento para acabar con la herejía cátara y desde los Estados Pontificios fue implantada durante un tiempo más o menos largo o con más o menos rigor según el país europeo o la colonia de que se tratara; en España, por ejemplo, duró mucho tiempo.
Los inquisidores tenían formación jurídica y como tales no se dejaban influir fácilmente por prejuicios populares, por lo cual raramente procedían a quemar brujas, costumbre más bien propia de ambientes rurales e iletrados.
Conforme la Inquisición fue agotando su cometido, se le ampliaron sus funciones, al menos en España, en persecución de pederastas, homosexuales y protestantes de otras naciones, a veces acercándose a funciones políticas más cercanas a las de un servicio de contraespionaje o contrainteligencia.
Había distintos tipos de funcionarios inquisitoriales: teólogos calificadores, familiares o fiscales denunciantes y alguaciles.