Como consecuencia, dado que la resistencia institucional no estaba dando ningún fruto, algunos conversos del reino de Aragón decidieron pasar a la acción y tramaron una conspiración para acabar con su vida.
Según Zurita, hubo nueve ejecutados en persona, aparte de dos suicidios, trece quemados en estatua y cuatro castigados por complicidad.
Otro se suicidó en su celda un día antes del tormento, rompiendo una lámpara de cristal y tragándose los fragmentos; sufrió el mismo castigo, que fue infligido a su cadáver".
[5] Una importante fuente del proceso a los acusados es el Libro Verde de Aragón, donde se nombran los inquiridos y su destino.
La repulsa por el crimen fue hábilmente utilizada por el rey Fernando para vencer cualquier resistencia que quedara a la implantación de la inquisición.
Esta obra, al igual que muchas otras, fue robada durante la Invasión Francesa de España (1808-1814) por el mariscal Soult y llevada a Francia.
Posteriormente sus herederos la revendieron y actualmente se encuentra en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, Rusia.