Al regresar victorioso, Anfitrión también yació con Alcmena; por lo cual esta quedó embarazada de mellizos; el futuro Heracles por Zeus e Ificles, por su esposo.
Unos pocos meses después del nacimiento de Heracles, Hera envió dos serpientes a matarlo mientras dormía en su cuna.
Lino le regañaba constantemente, y un día Heracles se enfureció de tal manera que lo golpeó con una lira, matándolo al instante.
Pero el trabajo aún no estaba terminado, ya que Heracles debía despojar al león de su piel.
Al fin Atenea, disfrazada de vieja bruja, ayudó a Heracles, advirtiéndole que las mejores herramientas para cortar la piel del león eran sus propias garras.
Incluso Augías hizo una apuesta personal con Heracles, prometiendo regalarle una parte del ganado si lograba completar el trabajo.
Heracles, furioso por semejante injusticia, abandonó la Élide, y buscando alianzas entre los príncipes de toda Grecia, declaró la guerra a Augías.
Pero mientras Abdero apartaba de la lucha el carro al que estaban atadas, las yeguas se soltaron y lo devoraron.
Los pocos adversarios que quedaban en pie huyeron aterrados al ver cómo los sanguinarios animales daban buena cuenta de su líder.
Las amazonas tratan de recuperarla sin éxito atacando Atenas (según algunas versiones, Antíope muere en el ataque).
Es descrito como un ser antropomorfo formado por tres cuerpos, con sus respectivas cabezas y extremidades, según la mayoría de las versiones.
Heracles apostó parte del ganado y su adversario, muy seguro de sí mismo, puso en juego su reino.
Heródoto afirma que el héroe se detuvo en Egipto, donde los soldados del rey Busiris le apresaron, ya que el monarca, para calmar la ira de los dioses, les había prometido entregar en sacrificio a todos los extranjeros (aunque según otras versiones le escogió a dedo para su sacrificio anual).
El héroe obedeció, tratando a Cerbero amablemente, y este, halagado al recibir por primera vez ese tratamiento, lo acompañó afuera dócilmente.
Heracles le preguntó a Hades si podía llevarse al perro y este se lo permitió con la condición de que para capturarlo solo podría usar sus puños desnudos.
Los Gigantes llevaron a cabo un primer ataque contra los dioses armados con enormes rocas y troncos de árboles.
Los Argonautas fueron bien recibidos en la isla, establecieron lazos amorosos con las lemnias, cuya máxima autoridad era la reina Hipsípila y permanecieron en la isla durante un largo tiempo, hasta que Heracles (u Orfeo), que no había desembarcado, les instó a reembarcar y continuar el viaje.
Después navegaron hasta Misia, donde Hilas, que había sido enviado a buscar agua, fue raptado por las ninfas de una fuente.
A bordo de la nave, Telamón echó en cara a Tifis que hubieran dejado atrás a Heracles, pero Zetes y Calais defendieron al piloto de la nave y cuando, poco después, emergió del mar el dios marino Glauco, para gritarles que el destino de Heracles, Hilas y Polifemo no era llegar hasta la Cólquide, sino que los dioses les habían reservado otros destinos diferentes, Telamón cedió en su cólera.
Al finalizar, Laomedonte se negó a pagar el trabajo aduciendo que había sido hecho cumpliendo una sentencia de Zeus.
A esto le llamó "distancia estadio" (en griego: στάδιον), que más tarde se convertiría en una famosa unidad de longitud.
El famoso ladrón Autólico, autor de la fechoría, se las había vendido como propias sin que este nada supiese.
Para mejorar sus habilidades físicas adoptó entonces la figura de un toro, pero realmente fue eso lo que le hizo perder, pues al transformarse descuidó durante un instante la lucha, lo cual aprovechó Heracles para abalanzarse sobre él y matarlo (tras hacerlo, cogió uno de los cuernos del dios-río y lo entregó a las náyades, con el cual hicieron la cornucopia).
Mientras Heracles se acercaba al lugar, el moribundo Neso le dijo a Deyanira que tomara un poco de su sangre, y si notaba que perdía el amor de Heracles, se la aplicara, pues era una eficiente pócima del amor.
Esta realmente era una trampa para acabar con la vida de Heracles, pero Deyanira se dio cuenta demasiado tarde.
Para celebrar tan tamaña victoria dio un festín en el que sacrificó doce bueyes en honor a Zeus.
Heracles encargó a Deyanira una túnica, pues la que llevaba estaba estropeadísima tras la lucha, y quería estar presentable en tal acontecimiento.
Se casó con Megara, la primera mujer de su tío, ya que este se la entregó tras matar a sus hijos víctima de la locura, puesto que solo su visión le resultaba demasiado dolorosa (aunque según muchas versiones la mató también a ella).
[29] Clemente nos proporciona la siguiente lista, aunque no ofrece más detalles al respecto: Abdero, Dríope, Yocasto,[83] Filoctetes, Hilas, Polifemo,[84] Hemón, Cono y Euristeo.
Un ejemplo de ello ha llegado hasta la época moderna en las deidades guardianas Niō que se hallan frente a los templos budistas japoneses.