La cerámica en las antiguas civilizaciones tenía un valor capital al ser un elemento imprescindible para diferentes negocios.
Los talleres áticos de cerámica eran industrias que generaban riqueza y prosperidad.
La diversidad de pinturas en la cerámica ha servido a los historiadores para establecer los procesos paralelos que los artistas hacen en la pintura y en la escultura, ramas del arte en que han sobrevivido menos obras.
Es por ello que la cerámica suele mostrar con cierto retraso las innovaciones o avances de la pintura.
Por una parte, prácticamente no hay imágenes que se refieren a los acontecimientos contemporáneos.
Tales referencias son evidentes solo ocasionalmente en forma de anotaciones, por ejemplo cuando las inscripciones kalos se incluían en un vaso.
Por otro lado, también fueron un importante producto de exportación vendido en toda el área mediterránea.
[3] La cerámica ática tuvo muy buena acogida en Italia, se considera que el sur peninsular recibió una inmigración de alfareros atenienses en la segunda mitad del siglo V a. C. Esta influencia queda patente en poblaciones como Lucania, Apulia y el estilo llamado cerámica campana.
La producción local satisfacía las propias necesidades y aumentaba la independencia respecto a Atenas.
A los vasos de mayor calidad solía añadírseles los colores negro y blanco.
Servía de ayuda a los pintores para tener una idea del aspecto contra el fondo negro barnizado.
[10] En la década del 630 a. C. aparecieron los primeros pintores áticos que utilizaron las figuras negras para el conjunto de los vasos cerámicos.
[12] Otras excavacioens realizadas en el Ática, concretamente en Vari, han evidenciado que no se trata del mismo artista, cuya importancia puede actualmente ser apreciada en su justo valor.
[12] Sus primeros vasos recuerdan al Pintor de Berlín A 34, con una ornamentación «protocorintia».
Dicha ánfora se expone en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Sus ejecuciones gozan de un estilo minucioso (son característicos los leones: hocico cuadrado, mechones rayados, etc.).
Solo se produjeron durante un corto período, alrededor del 565 al 550 a. C. Tienen forma ovoide y llevan decoraciones llamativas.
A menudo contiene escenas mitológicas, pero los primeros motivos eróticos en la pintura de vasos áticos también aparecen aquí.
Los otros frisos, normalmente de dos a tres, suelen estar decorados con animales.
También se caracterizaron por su estilo, aunque no tuviera la monumentalidad del de Exequias.
Puede presumirse que constituye el auge del ánfora de tipo A.
Su actividad como pintor fue limitada, y corresponde al tercer cuarto del siglo VI a. C. No hizo ninguna concesión al nacimiento de las figuras rojas, pero los primeras pintores de esta técnica se basaron en su trabajo.
Su difusión a lo largo y ancho del Mediterráneo, se debió a la buena acogida que, estas piezas de excelente acabado y calidad, tuvieron entre las culturas de la periferia mediterránea, desde los escitas de las costas del mar Negro, hasta la península ibérica, pasando por el importante mercado etrusco.
No solo sirvieron como objetos de prestigio a las distintas élites de las aristocracias indígenas, sino que desde finales del siglo V a. C., pero sobre todo durante los primeros 50 o 60 años del siglo IV a. C., estas cerámicas fueron accesibles a una parte considerable de las poblaciones iberas urbanas del Levante, sureste y alta Andalucía.