En la Antigua Grecia el torno de alfarero se introdujo, probablemente procedente de Asia, a finales del III milenio a. C. La cerámica autóctona aparece a principios del II milenio a. C. y durante los siglos siguientes se realizaba en general en arcilla refinada, decorada simplemente con una pintura mate.
Este paso es llamado «horror vacui» y no terminará hasta el final del estilo geométrico.
Sin embargo, la interpretación constituye un riesgo para un observador moderno: un enfrentamiento entre dos guerreros puede ser tanto un duelo homérico como simple combate; un barco encallado puede representar el naufragio de Odiseo o de quien sea.
La producción de vasos nunca fue exclusiva de Atenas —está bien atestiguado desde el periodo protogeométrico en Corinto, en Beocia, en Argos, en Creta y en las Cícladas—, los pintores y alfareros se contentaron durante mucho tiempo con seguir el estilo ático.
En adelante, crearon su propio estilo: Argos se especializó en las escenas figurativas, Creta estuvo vinculada a un geometrismo más estricto.
Corinto se convirtió en un importante productor de cerámica fina y en la primera ciudad exportadora a todo lo largo del mundo griego.
Se caracterizó por una fuerte influencia del arte oriental: Aunque el Oriente era mucho menos aficionado a la cerámica que Grecia, su pintura y su escultura mostraban una figuración más fina y más realista.
Esta técnica permaneció mucho tiempo misteriosa, a pesar de los esfuerzos hechos por los ceramistas ingleses del siglo XIX, para descubrir el secreto.
Los corintios también inventaron la técnica de incisión en hueco que permitía hacer resaltar la arcilla pálida.
Ese estilo se expresó sobre todo en vasos pequeños (aríbalos, alabastrones), cuyas formas aparecieron entonces.
En este periodo calificado de protoático, aparecieron motivos orientalizantes, aunque el trazo era relativamente poco realista.
Las pinturas se mostraban vinculadas con escenas típicas del periodo geométrico, como los desfiles de carros.
Por su parte, Creta y sobre todo las islas Cícladas, se distinguieron por su atracción por los vasos llamados «plásticos», es decir, aquellos cuya panza o cuello eran moldeados con forma de cabeza de animal o humana.
Predominaron dos formas: los enócoes, que copiaban modelos de bronce, y los platos, con o sin pies.
Existía así una serie de pseudo-figuras negras, en las que las bandas claras eran reservadas y no se hacían incisiones en estas.
Fuera quien fuese, el primer pintor en aplicar esta técnica fue Andócides, del cual se conservan una quincena de cerámicas.
Los cuerpos femeninos y masculinos son más fácilmente distinguibles, la musculatura estaba mejor definida.
El dibujo se volvió más sofisticado, mientras que la elección de escenas se orientó más hacia la vida privada, sobre todo con escenas de gineceo: es el «estilo florido», el último gran estilo ateniense.
Los elementos de la decoración (flores, plantas) aparecieron a partir del final del siglo V a. C., y el pintor se reconcilió con el horror al vacío que le afectaba en el periodo geométrico: las composiciones fueron más recargadas.
Los arcaísmos persistieron en el centro ateniense, como el recurso a las figura negras en las ánforas panatenaicas, y se inventaron las figurillas de terracota que fueron difundidas por todo el mundo griego y conocidas más tarde con el nombre de «tanagrina».
Aunque la cerámica italiota era principalmente destinada al mercado local, fue exportada a la propia Grecia (Corcira, Demetrias), y un poco por la cuenca mediterránea (Croacia, Córcega, Iberia).
Este estilo consistía en pintar un fondo de color tostado y pintura blanca sobre un fondo vidriado negro con algunos detalles incisos, representaciones de personas reducidas que con estilo se remplazaban con motivos más simples como coronas, delfines, rosetas, etc.
Variaciones de este estilo se extendieron por todo el mundo griego con centros notables en Creta y Apulia, donde las escenas figurativas eran solicitadas.
Los talleres volvieron a una decoración negra brillante adornada con decoraciones florales o animales, o cambiaron radicalmente de postura: si no era posible conseguir colores variados con la cocción, bastaba con pintar el vaso después.
No obstante, en ciertos lugares, subsistían focos de producción donde seguían haciendo cerámicas con decoraciones figurativas.
Sin embargo, estos colores novedosos eran más delicados y no soportaban el calor.
Las figuras, a menudo mujeres, se representaban con vestidos coloridos: quitones azul violeta, himationes amarillos, velos blancos, etc.
Al fabricar un vaso, el alfarero amasaba la pasta para expulsar las burbujas de aire y trabajaba sobre un torno invención del Oriente próximo llegada a Grecia en el segundo milenio a. C., accionado por el propio alfarero o por un asistente.
Una vez se había secado la pintura, el pintor dejaba paso al alfarero para cocción, operación delicada, compuesta de tres etapas: La cocción era relativamente simple en principio, pero requería atención y experiencia.
Los griegos produjeron y usaron muchos tipos de recipientes; desde los más frecuentes y conocidos como el ánfora, las cráteras (para aguar el vino) o la hidria (una jarra para el agua), hasta instrumentos como el anforisco o vasijas ceremoniales como el kernos.