La arcilla tiene un grano menos fino que el utilizado en el período geométrico anterior, da lugar a una terracota típicamente marrón y con tendencia al rosa; la superficie está cubierta por un engobe pálido que se omitió en el período reciente.
Los temas son principalmente frisos con animales pintados en silueta, contorno y ahorro, con intenciones exclusivamente decorativas.
El período medio se divide en una fase I y una fase II con el momento de la cesura situado alrededor del año 625 a. C., cuando la decoración comienza a fijarse en fórmulas estereotipadas, que utilizan un repertorio faunístico limitado que, como ocurre también en la cerámica corintia, tiende a asumir formas agrandadas y alargadas, capaces de llenar rápidamente la superficie del vaso.
Las bandas con decoración secundaria disminuyen y son reemplazadas por simples tiras de color, sin adornos.
Hacia el final del medio II aparece una variedad más aplanada con decoración de paneles en el hombro y bandas pintadas en el cuerpo.
Típico del II medio es también el plato elevado, con decoración fitomórfica central rodeada de bandas y meandros púrpuras, con el borde decorado con rayos invertidos alternados con paneles que enmarcan rosetas, otros motivos simples y prótomos animales.
La importancia dada a la nueva técnica resulta de los vasos más exigentes, en los que se aplican las figuras negras para decorar el hombro y el cuello, mientras que la pintura económica tradicional queda relegada a las bandas de las partes inferiores del vaso.
El diseño tiene trazos rápidos y se usa abundantemente el púrpura; el ornamento de relleno tiende a disminuir hacia el final del período.
Se introdujo el uso libre del púrpura y, hacia mediados del siglo VI a. C., la adición de detalles blancos;[2] al mismo tiempo se introdujeron las figuras humanas, dando lugar a una tipología de la que descendió la cerámica clazomenia.