Este lago resultó ser el lugar en el que Mélite y sus hermanas residían en ese momento: «Estaba predestinado que la tierra donde fuesen establecidos nunca sería devastada por incursiones enemigas.
Por ello todavía ahora en aquel país, cerca de la amable ciudad de los híleos, este se halla oculto muy por debajo del suelo, para que resulte siempre invisible a los mortales.
Allí él, enamorado, poseyó a la hija del río Egeo, la náyade Mélite y ella alumbró al vigoroso Hilo».
[1]Un escolio nos dice que, llegado el momento, Mélite tuvo que elegir entre gozar del amor de Heracles o el de Zeus.
[2] Hilo no quería ser un simple súbdito del rey Nausítoo, así que viajó al extremo norte de Grecia, donde se convirtió en el rey epónimo de una tribu doria, los hileos.