No pudiendo permanecer más tiempo en la tierra, se sumergió en el mar, donde fue recibido por las divinidades marinas.
Enamorado de la hermosa Escila, ésta lo rechazó asustada por su nuevo aspecto.
Buscando salida desesperada a su pasión, Glauco acudió a la maga Circe y le pidió que con sus poderes hiciera que Escila se enamorase de él.
Pero los efectos de su petición fueron muy distintos a los que Glauco esperaba, porque Circe también amaba al nuevo dios marino y se le declaró intentando convencerle de que despreciase a la que le había despreciado.
Al negarse, Circe tuvo envidia y mezcló unas hierbas potentes en el agua en la que se bañaba Escila, y de esa manera la convirtió de cintura abajo en un horrible monstruo.