El territorio lo poblaron soldados veteranos de Octavio Augusto, siendo su ciudadano más famoso el poeta Virgilio.
En 1198 Alberto Pitentino optimizó el curso del Mincio, creando lo que los mantuanos llamaron los cuatro lagos para reforzar la protección natural de la ciudad.
Durante la lucha entre los güelfos y los gibelinos Pinamonte Bonacolsi se aprovechó de la caótica situación para tomar el poder en 1273.
Su familia gobernó Mantua durante el siglo siguiente, haciéndola más próspera y artísticamente bella.
El primer duque de Mantua fue Federico II Gonzaga, quien adquirió el título del emperador Carlos V en el año 1530.
En 1627, la línea directa de la familia Gonzaga se agotó con el vicioso y débil Vicente II y la ciudad poco a poco declinó bajo nuevos gobernantes, los Gonzaga-Nevers, una rama francesa menor de la familia.
Fernando Carlos IV, un inepto gobernante cuya única pretensión era celebrar fiestas y representaciones teatrales, se alió con Francia en la Guerra de sucesión española.
A principios de febrero la ciudad se rindió y la región quedó bajo administración francesa.
La villa, formada por varios edificios, era una residencia de campo señorial y solía estar habitada estacionalmente.
Construida en dos plantas con oratorio del barroco tardío contiguo, parque y terreno de cultivo.
La fachada se caracteriza por un tímpano que recuerda al Palacio Te, bajo el cual destaca el gran escudo familiar de piedra.