La explicación del nombre surge con Eratóstenes y la recoge Plinio el Viejo.
Los sarcófagos eran depositados en mastabas, pirámides, hipogeos, y otros tipos de sepulturas o edificaciones funerarias.
Son destacables los sarcófagos antropomorfos elaborados en piedra, oro, plata o madera policromada.
Los sarcófagos, tanto de metal o yeso así como de piedra caliza, también fueron utilizados por los romanos hasta que apareció la costumbre cristiana del enterramiento en sepulcros, con lo que cayó en desuso el sarcófago.
A finales de la Edad Media, y con la llegada del Renacimiento, una serie de símbolos aparecieron paulatinamente, donde leones, perros y otros animales aparecían bajo los pies del difunto tallado, reflejando su supremacía.