Los osarios son recipientes, cajas, edificios, pozos o sitios que tienen como finalidad reunir y guardar huesos humanos para su adecuado descanso.
Los familiares del difunto esperaban aproximadamente un año a que el cuerpo, envuelto en un sudario blanco, se descompusiera.
E incluso en muchas ocasiones, se escribía con un punzón en la piedra el nombre del difunto y alguna descripción si era una persona importante y se acompañaban con algún que otro enser personal del difunto.
Los huesos más pequeños, normalmente reducidos a polvo por el paso del tiempo, permanecen en el fondo.
Los arqueólogos y algunos teólogos sospechan que alguna creencia judía en la resurrección del cuerpo instigó a una acumulación y preservación de los huesos para el día del Juicio Final.