La ciudad y su importante templo fueron destruidos el mismo año de su conquista.
La destrucción del Templo fue un acontecimiento importante para la historia y la tradición judía, conmemorado anualmente por los judíos durante el ayuno de Tisha b'Av.
Este evento ha sido relatado en detalle por el dirigente judío que había entrado al servicio de los romanos y, luego, se convirtió en historiador: Flavio Josefo.
Desde la captura de Jerusalén por Cneo Pompeyo Magno en el año 63 a. C., los romanos ocuparon Judea y la gobernaron, algunas veces, por intermedio de príncipes locales que pusieron en el lugar, tales como Herodes I el Grande o Herodes Agripa I, algunas veces directamente por procuradores que eran a menudo corruptos y que suscitaban hostilidad en los judíos y recibían apoyo de la importante población helenizada.
Los combates tuvieron entonces un período de calma que los judíos no aprovecharon para organizarse.
Los romanos fueron entonces arrastrados a la calle en la lucha contra los zelotes, pero se les ordenó retirarse al templo para evitar grandes pérdidas.
Los arietes no tuvieron gran éxito, pero en la lucha las paredes se incendiaron cuando un soldado romano lanzó un tizón a una de ellas.
[cita requerida] La narración de Flavio Josefo generalmente se considera poco fiable en este caso.
Escribió: Josefo afirma que 1110 000 personas murieron durante el asedio, de los cuales la mayoría eran judíos.
Tito se negó a aceptar una corona de la victoria decretada por el Senado de Roma, ya que «no hay mérito en derrotar un pueblo abandonado por su propio Dios».