Muestra una pareja casada reclinándose en un banquete en la otra vida (en una escena similar a las de las vasijas griegas contemporáneas).
Esta obra se encuentra exhibida en el Museo Nacional Etrusco de Villa Giulia.
Es muy similar al Sarcófago de Cerveteri, y tal vez ambas obras fueron realizadas por el mismo artista.
Las dos retratan el afecto entre un hombre y una mujer, imagen nunca vista en la cultura griega con anterioridad.
El arte etrusco tiene origen en Italia y se caracteriza por representar mucha vitalidad con colores vivos.
Se refuerza la idea de la familia dirigida por el “paterfamilias”, principio que será fundamental en la posterior Roma.
Tras numerosos conflictos con otros pueblos, para el siglo IV a. C. Etruria se había debilitado enormemente.
Al final, la cultura terminó romanizándose y perdiendo su identidad propia progresivamente hasta convertirse en un territorio plenamente romano.
La barba y el pelo de la cabeza del hombre son bastante abstractos, sin ningún detalle interior.
La mujer lleva un suave gorro sobre la cabeza; también calza zapatos con puntera puntiaguda característicamente etruscos; el hombre está descalzo.
En esta escultura apenas hay movimiento, ya que los escultores de esa época no habían conseguido crear ese efecto, a esto lo llamamos hieratismo, si observamos los rostros cuentan con una sonrisa arcaica, es decir, no hay expresión.
Lo mismo le pasa al cabello, no tiene movimiento, es plano y apenas tiene volumen.
Predomina en estos cementerios el afán por conseguir mostrar la faceta cotidiana del ciclo de la vida.