Heraldo

El título se aplica en ocasiones, erróneamente, a todos los oficiales de armas.

Casi todos los pueblos europeos tuvieron sus heraldos, si bien con nombres diferentes, pero cuyas funciones en lo general eran las mismas.

En toda la historia heroica, principalmente en la Ilíada, los oficiales llamados heraldos representaban un papel importante.

Podían entrar en las ciudades sitiadas o mezclarse en medio de los combates, sin que nadie se atreviese a herirles.

Tomaban una parte en las ceremonias sagradas; mezclaban el vino y el agua en grandes cráteras para las libaciones solemnes que se hacían a la conclusión de los tratados; conducían a la víctima, la despedazaban y la repartían entre los asistentes.

En el libro XVII de la Odisea, un heraldo presenta a Telémaco carne y vino.

Servían estos a los príncipes en la mesa y les prestaban además otros servicios personales.

Presidían siempre los torneos, las justas, los carruseles y los otros ejercicios militares, siendo ellos los encargados de disponer todos los preparativos.

Juzgaban del valor de cada combatiente y señalaban el premio que consideraban había ganado.

En ciertas ocasiones todo lo que caía en tierra dentro de la liza, hasta los mismos caballos, les pertenecía.

Cuando no podían aclararse ciertas disputas o determinarse ciertas diferencias o querellas, las viudas y los huérfanos podían reclamarlos como mediadores y en este caso, a más de la subsistencia, gozaban de un sueldo establecido.

Una procesión de heraldos, en el entierro de Isabel I de Inglaterra .
Heraldo de Nassau-Vinden, siglo XV
Heraldo imperial, 1703