En la mitología griega, el jabalí de Erimanto (ἐρυμάνθιος κάπρος / erymánthios kápros; latín: aper Erymanthius) era una criatura que causaba estragos en todo el contorno y que vivía en Erimanto, un monte de la Arcadia y la Élide (hoy se llama Olonos) y nombre, también, de un afluente del Alfeo (hoy Diminiza o Azicolos).
De camino a Erimanto, Heracles hizo una parada para visitar a su amigo el centauro Folo, quien en memoria de tiempos lejanos compartió con él su comida y su vino.
Pero los otros centauros, al oler el vino que estaba especialmente reservado para ellos se enfurecieron de tal manera que atacaron a Heracles, quien primero los rechazó y luego con sus flechas envenenadas mató a varios de ellos mientras los demás se retiraban.
Cuando Heracles retomó el trabajo, encontró al jabalí y, persiguiéndolo durante varias horas, lo fue acorralando a una zona cubierta de nieve donde, saltando sobre su lomo, lo ató y se lo llevó a Micenas vivo,[1] cargándolo sobre sus hombros.
Al presentárselo a Euristeo, este tuvo miedo y se escondió en una tinaja de bronce.