Son mantenidos al margen del cuerpo cívico por la reforma de Licurgo, que les niega cualquier derecho político.
Esta educación pretendía formar soldados obedientes y eficientes, unidos al bien de la ciudad, antes que a su gloria o bienestar personal.
Habiendo consultado en Delfos a la Pitia, fue llamado por ella «dios más que hombre» y recibió un oráculo aprobatorio para la futura constitución de la ciudad, la "Gran Retra", al parecer muy inspirada en la legislación cretense.
En opinión de Aristóteles, la asamblea tenía un poder tan limitado que ni siquiera la menciona como elemento democrático dentro del régimen político espartano.
Los miembros de ambas familias no podían contraer matrimonio entre sí y sus tumbas se hallaban en lugares distintos.
Como en toda Grecia, la religión en Esparta era el politeísmo: la creencia en múltiples dioses (hoy llamado dodecateísmo) ocupaba un lugar más importante que en otras partes de la Hélade.
Las divinidades femeninas tenían un papel más importante que en otras partes: de los 50 templos mencionados por Pausanias, 34 están dedicados a las diosas.
Del mismo modo, se veneraba a Agamenón, Casandra (con el nombre de Alexandra), Clitemnestra, Menelao y Helena.
Consistían esencialmente en bailes y ejercicios ejecutados por los jóvenes espartanos, alrededor de estatuas que representaban a los dioses en cuestión, situadas en un lugar del ágora llamado el χορός, khorós.
A ellas se entregaban los espartanos con gran entusiasmo, por encima de cualquier otra actividad, y todos los ciudadanos varones debían ser purificados.
Los gobernantes tenían prohibido llevar a cabo ninguna campaña militar, declarar la guerra y cualquier acción diplomática; era de, hecho, una tregua sagrada.
Al final del sexto día, Leónidas ordenó la retirada de todos los aliados griegos, quedando solamente los 300 soldados espartiatas en la posición.
La flota de los aliados griegos ocasionó severas bajas a la persa, pero no la alcanzó, por lo que se replegó hacia el sur, en Salamina.
Prácticamente toda Grecia estaba invadida, a excepción de Corinto y Mesenia (región que dominaba Esparta).
Tras arrasar con Atenas y demás ciudades, Jerjes ordenó la retirada del grueso de sus tropas para evitar pérdidas económicas.
[139] Ya terminada la guerra, los persas supervivientes fueron tomados como esclavos, y gran parte de la Hélade quedó destruida.
Apenas terminadas las guerras médicas, Esparta se inquietó por el creciente poderío de una Atenas enardecida por sus victorias contra los persas.
[144] El propio rey espartano Plistoanacte fue acusado de corrupción por no haber proseguido la ofensiva y condenado al exilio.
En el 207 a. C. llegó al trono Nabis, que poco después se convertiría en tirano de Esparta y reiniciaría la guerra contra los aqueos.
Durante la dominación romana, ya sin posibilidades militares, políticas y económicas, Esparta se concentró en la educación espartana.
En teoría, estaba prohibido a los homoioi («Iguales») ejercer una actividad productiva, que constituía el dominio exclusivo de los periecos e ilotas.
Como la ciudad tenía pocos edificios en la antigüedad, no había casi nada a comienzos del siglo XVIII.
En la acrópolis, en una colina baja sin construcciones defensivas, se encontraban edificios modestos como el templo de la divinidad poliada, Atenea.
Atenea en posición frontal, con casco, escudo redondo en la mano derecha y lanza en la izquierda levantada, va ataviada con un vestido con decoración de franjas horizontales.
[161] La nitidez de las letras, incisas en una superficie bastante dura, implica un cierto hábito y sugiere que la alfabetización ya estaba muy extendida.
Varias tradiciones los muestran, con sus cánticos, para apaciguar una crisis (stasis) que sacudió a la sociedad espartana, convirtiéndola así en precursora de Licurgo.
Al igual que Platón en las Leyes, culpa a Esparta por concentrarse exclusivamente en la virtud militar: su victoria sobre Atenas resultó fatal, porque no sabía cómo manejar la paz.
En 168 a. C., el sumo sacerdote Jasón, depuesto, llegó Esparta con la esperanza de encontrar refugio gracias a este parentesco común.
Durante el Imperio romano, los estoicos admiraban la austeridad de los espartanos, su negativa a reconocer la derrota y su desprecio por la muerte.
Por lo tanto, ya no nos referimos al legislador mítico, sus leyes e instituciones; preferimos magnificar a un pueblo que habría aumentado por sus cualidades intrínsecas.