El Pireo es un promontorio rocoso con tres puertos naturales, el más grande ubicado en el noroeste, que sirve como importante puerto comercial hacia el este del mar Mediterráneo, y los dos más pequeños son utilizados para propósitos navales.
La parte occidental del puerto sirve para servicios de carga y cubre una gran área.
Cuenta con astilleros, fábricas productoras de maquinaria agrícola, vidrio, textil y productos químicos.
Las fortificaciones fueron demolidas por el espartano Lisandro en 404 a. C., al final de la guerra del Peloponeso, reemplazadas en 393 a. C. por el almirante ateniense Conón.
Entre los años 461 y 457 a. C. se construyeron las murallas que unían a las dos ciudades, los Muros Largos.
Volvió a ganar relevancia durante el siglo XIX tras la independencia de Grecia.
Pero Temístocles fue a Esparta para tranquilizarles y decidió reconstruir las fortificaciones del Pireo destruidas por los persas siguiendo un modelo más amplio: los muros del Pireo tenían 60 estadios de circunferencia y Temístocles ordenó que se erigieran bastante altos y suficientemente anchos para que pudieran ser defendidos por los hombres menos aptos (inválidos, viejos), mientras que el resto de los soldados embarcaría en los trirremes.
Estos muros tenían (Tucídides, I, 93) un ancho tal que podían cruzarse dos carros de frente.
Falero fue abandonado en beneficio del Pireo, más grande, mejor fortificado y articulado al pie de las colinas que permitían una buena vigilancia.
Temístocles fue, pues, el primero en haber comprendido la importancia del Pireo, en primer lugar para construir una gran flota en caso de una nueva invasión persa, pero también para estimular el comercio y hacer de Atenas una potencia marítima bien protegida.
Pero su proyecto más ambicioso, los Muros Largos que unían Atenas con El Pireo, fue realizado tras su ostracismo en 471, por haber sido acusado de medismo.
Los comienzos del periodo clásico constituyen la edad de oro del Pireo, que adquiere una hegemonía en el comercio griego, y ello en detrimento de otros puertos, como Calcis, Eretria, Egina o incluso Corinto, que es, sin embargo, el único puerto en lograr mantenerse.
El Pireo aparece entonces como una clave del auge ateniense, ya que le confiere seguridad, prosperidad económica y comercial, así como poder naval sin igual.
A pesar de este cuadro idílico, esta edad de oro tocó a su fin a mediados del siglo V a. C. Las fortificaciones del Pireo habían despertado la desconfianza de los lacedemonios, y los otros puertos griegos (Megara y Corinto especialmente) habían sufrido mucho por la hegemonía del Pireo.
Sin embargo, las murallas del Pireo, lo mismo que la ciudad, no han sido concebidas para acoger a tan gran número de personas, por lo que la población se amontonó y encontró refugio en los templos, bajo los pórticos.
Tucídides, en el Libro II, 48, explica que Atenas se vio atacada bruscamente, y fue El Pireo el primer lugar donde la gente se contagió; y dijeron que los peloponienses habían envenenado los pozos (pues no había fuentes aún en este lugar).
Luego alcanzó la ciudad alta y la cantidad de muertos fue desde entonces mucho mayor.
Así, durante el régimen de los Cuatrocientos, en el año 411 a. C., fueron los soldados del puerto quienes se unieron y se adueñaron del Pireo a seguido de una guerra civil declarada en las calles.
Pero eso no impidió a los lacedemonios propinar un golpe fatal al Pireo, cuando -después del asedio victorioso de Atenas- exigieron que los Muros Largos y las fortificaciones de Atenas y del Pireo fueran demolidos.
El golpe fue más fuerte para los habitantes del Pireo, cuyos comercios fueron destruidos por Lisandro, quien había ordenado que la destrucción se hiciera al son de las flautas, como si se tratase de una fiesta.
Este encarnizamiento contribuyó a una nueva rebelión democrática en el invierno del 404 a. C., que partió del Pireo y estaba dirigida por Trasíbulo, quien logró tomarlo y resistir los asaltos de los soldados de los Treinta Tiranos.
La estatua fue llevada por Francesco Morosini en 1687 a Venecia, donde se conserva en la entrada del Arsenal.
Esta expedición, dirigida por Sir Richard Church, fracasó en su tentativa y el capitán general Georgios Karaiskakis perdió la vida.
La sección que se puede ver, descubierta en 1988, conserva los arreglos para las puertas dobles de la entrada septentrional del edificio.
Una viguería de líneas sencillas pero sólidas contribuía a acrecentar el aspecto monumental de ese edificio, un poco severo en sus líneas exteriores, a pesar del friso dórico que coronaba sus muros desnudos.