Atenas se vio forzada a abandonar sus posesiones en el Peloponeso, que incluían los puertos megarenses de Nisea y Pegas con Trecén y Acaya en la Argólida, pero pudo conservar Naupacto.
[1] Esto permitió descartar los conflictos entre Atenas y Esparta, si al menos una de ellas deseaba el arbitraje.
Esto implica que se había formalizado una lista de aliados por cada bando.
Ambas Ligas se reconocían como legítimas, lo que suponía un impulso para Atenas y su recién formado imperio en el Egeo.
Y esta victoria, unida a las recientes sanciones comerciales atenienses contra la ciudad de Megara, aliada de Esparta, provocó que los espartanos manifestaran que los atenienses habían infringido el tratado, declarándoles, por lo tanto, la guerra.