Simónides de Ceos

Terminó su vida en la corte del tirano de Siracusa (Sicilia) Hierón I, donde también estuvieron su sobrino y discípulo, el poeta Baquílides, y Píndaro.

La tradición le atribuye haber sido el primero en cantar a hombres, no a dioses ni héroes; en este sentido también lo singulariza el saber humanizar los mitos como ningún otro poeta griego, por ejemplo el de Dánae y su hijo Perseo, abandonados en medio del mar en un arca flotante.

La Suda le atribuye la invención de cuatro letras del alfabeto griego (omega, eta, xi y psi: ω, η, ξ, ψ) y afirma que compuso también ditirambos y tragedias de las que se sabe muy poco, así como epigramas, entre los que solo se ha confirmado con seguridad es auténtico el dedicado a Megastias.

Dicha técnica la expone Quintiliano en su famosa Institutio oratoria y consiste en visualizar o situar mentalmente en los distintos sectores de un templo, muy conocido por el expositor, las distintas partes del discurso, trazando un itinerario según el orden que se requiera.

Al parecer, en el año 500 a. C. estaba en un banquete cuando se ausentó brevemente, salvándose así de morir aplastado por el derrumbe del techo; y fue el único en poder reconocer los destrozados cuerpos de dichos comensales al recordar los lugares donde estaban sentados.

Simónides representado en la obra
Las Crónicas de Núremberg .