En el tercer bloque aborda la economía doméstica; ésta emplea (usa) los bienes; pero la adquisición de éstos se explica por otros mecanismos.
El último bloque lo dedica al análisis del poder doméstico: es diferente –en especie- la autoridad paternal que la marital y la heril (del amo y el esclavo).
Pero, sostiene Aristóteles, la ciudad es multiplicidad y si se avanza en el objetivo de la unidad, entonces la polis desaparece como tal y se convierte en familia o en individuo, “porque la familia tiene más unidad que la ciudad y el individuo mucho más que la familia”.
Considera Aristóteles que Las Leyes son una colección de estatutos, a diferencia del proyecto de ciudad ideal que describe en La República, pero en el fondo subyacen los mismos principios.
La novedad del primero reside en su tesis sobre la propiedad: las revueltas y desórdenes tienen su origen en la desigual distribución de la riqueza.
En un tercer bloque realiza un análisis crítico de algunas constituciones realmente existentes: Esparta, Creta y Cartago.
Las constituciones griegas poseen las mismas instituciones: los siervos, las comidas en común, los magistrados y los Ancianos, si bien existen entre ellas notables diferencias.
El ciudadano es un hombre libre que puede participar en las funciones legislativa y judicial del Estado.
Aquí es donde Aristóteles desarrolla la distinción fundamental entre “hombre” (individuo) y ciudadano: Si todos los hombres son iguales, todos pueden desarrollar la virtud que los hace hombres, pero los ciudadanos son distintos en función del Estado al que pertenece, de modo que su virtud es relativa al Estado.
(la virtud de un ciudadano ateniense le llevará a defender a Atenas frente un ciudadano espartano, mientras que en cuanto hombres todos deben ayudarse en la existencia).
Es esta última forma de asociación donde se considera a sus miembros libres e iguales y el objetivo es el bien común (gobernantes y gobernados).
En todo caso, la distribución del poder político debe depender sólo del fin de la actividad política y no de otras consideraciones extrapolíticas como la raza, el sexo o la belleza.
Aristóteles introduce una reflexión sobre la figura del ostracismo, institución que consiste en un “destierro político” de aquellos individuos que “no son iguales” –porque sobresalen por su riqueza, su popularidad o por poderío- y por ello a ellos no se les puede gobernar.
Por último, analiza Aristóteles la Monarquía, sus diferentes formas, sus ventajas e inconvenientes y los aspectos que la hacen rechazable como forma de gobierno en una ciudad entre individuos libres e iguales.
Sólo en un caso es justificable la monarquía absoluta: en el mismo sentido en que es injustificable el ostracismo: no debe aplicarse a los hombres justos y virtuosos, pues éstos encarnan la síntesis del individuo (ética) y del ciudadano (moral).