Maurice Barrès

[2]​ Vivió un tiempo en Italia, donde adquirió celebridad en la literatura francesa con el lanzamiento de su obra Culto del yo[3]​ en 1888.

La obra de Barrès glorificaba un amor hacia el propio yo y era cercana a misticismos ocultistas en su juventud.

El caso Dreyfus lo hizo dar un giro ideológico, por lo cual cambió del individualismo liberal arraigado en la Revolución Francesa a un concepto más orgánico y tradicional de la nación.

Opuesto a la teoría del contrato social de Juan Jacobo Rousseau, Barrès consideraba a la 'nación' (palabra que él utilizó para reemplazar 'pueblo') como ya históricamente fundamentada: una nación no necesitaría de una "voluntad general" para establecerse.

Su individualismo temprano fue rápidamente superado por una teoría organicista del vínculo social, en la que "el individuo no es nada, la sociedad lo es todo".

Abogó por una Democracia directa y la personalización del poder, así como por la implementación de referendos populares como se hizo en Suiza.

Sin embargo, hizo uso del concepto subyacente a saber, que el carácter nacional francés estaba siendo perjudicado por la inmigración de ciertos grupos étnicos.

El antijudaísmo de Barrés encontró sus raíces tanto en las teorías del antirracismo contemporáneas como en la Exégesis bíblica.

Próximo al escritor nacionalista Charles Maurras (fundador del movimiento monárquico Action française), movimiento francés de derecha, Barrés se negó sin embargo a respaldar las ideas monárquicas, aunque demostró durante toda su vida simpatía por esta última.

Barrés fue elegido diputado del Sena en 1906 y mantuvo se escaño hasta su muerte.

Sus notas personales mostraron, sin embargo, que él mismo no siempre creyó en su supuesto optimismo bélico, estando en ocasiones cercano al derrotismo.

[11]​ Durante sus últimos años de vida, se acercó paulatinamente a la religión católica.

Un relato orientalista titulado Un jardín sur l'Oronte (Un jardín en el Orontes), que sería la base de una ópera del mismo nombre, se publicó en 1922, impulsando la que sería después llamada la querelle de l'Oronte (la querella del Orontes).Católicos devotos y sinceros estaban impactados por las maneras complacientes, habilidosas y a veces encantadoras en que Barrès mezclaba lo sagrado y lo profano.