Sus obras muestran una aguda observación y reproducción del natural, especialmente en la captación de los valores táctiles.
Asimismo, un gran talento para resaltar las figuras, sobre fondo oscuro en su primera etapa y sobre bellos paisajes después.
No se sabe por qué a veces firmó documentos como Francisco de Zurbarán Salazar.
Otros dos importantes pintores del Siglo de Oro nacerían poco después: Velázquez (1599-1660) y Alonso Cano (1601-1667).
Como complemento a este conjunto, pintó el impresionante Crucificado —firmado y fechado en 1627— origen de su celebridad en Sevilla.
Zurbarán representó un cuerpo casi desnudo, de perfecta anatomía, poco sangriento, sosegado después del sacrificio, dramáticamente iluminado por la derecha.
El pintor evitó los detalles sangrientos del suplicio al que fue sometido san Serapio debido a este voto, y prefirió esconder su cuerpo bajo un bellísimo hábito mercedario.
En 1655, el prior del Monasterio de la Cartuja le encargó los tres grandes lienzos para la sacristía.
Sin duda, bastantes otras pinturas realizadas por el obrador permanecen desconocidas o no han llegado hasta la actualidad.
Quizás Zurbarán entró en contacto con el mercado americano —ca.1635— con el lienzo Pentecostés, destinado al Consulado de Cargadores a Indias, pero los primeros documentos conocidos al respecto son del 1638, mostrando que ya llevaba un tiempo negociando con América.
Los principales artistas sevillanos se aplicaron a este cometido, que fue fundamental para Zurbarán, especialmente en su primera etapa.
Las obras realizadas por Zurbarán son: San Buenaventura revela el crucifijo a santo Tomás de Aquino (destruido en Berlín en 1945).
Para este acceso, Zurbarán realizó diez cuadros: dos Ángeles turiferarios y ocho Santos cartujos.
[40] Según la leyenda, un pastor encontró junto al río Guadalupe una estatua de la Virgen, escondida por los cristianos visigodos para evitar su profanación.
Por encargo de los responsables del monasterio Zurbarán pintó once cuadros —entre 1639 y 1645— que forman su única serie pictórica conservada completa in situ.
El primero —Misa del padre Cabañuelas— posiblemente fuera una prueba de habilidad, ya que está firmado y fechado en 1638.
[44] Dada su numerosa y excelente producción para las órdenes religiosas, Zurbarán es a veces considerado «el pintor de los frailes».
Sin embargo, es también muy importante su producción para una clientela privada, religiosa o seglar, a veces aristocrática, para la cual pintó numerosas obras, a veces de temas poco representados, o bien tratados de una manera muy personal, que no era posible en los encargos monásticos.
El dogma de la Inmaculada Concepción afirma que la Virgen fue concebida libre del pecado original.
En las primeras versiones, la Virgen aparece sobre la luna en cuarto creciente, con las puntas generalmente hacia abajo, pero posteriormente posa sobre cabecitas de ángeles, mientras que su anterior rigidez y geometrismo dan paso un estilo más evolucionado.
Estas últimas se dividen en dos categorías: En ambos casos, son figuras elegantísimas y con pocos atributos místicos.
Si bien los trajes y las joyas remiten a las procesiones sevillanas, no es verosímil que se basen en el teatro su época, de mala fama a no ser que se tratara de autos sacramentales.
Los animales pueden estar representados en cuadros sin personajes, o bien formar parte de una composición.
Ejemplo del primer caso es el Agnus Dei —del cual existen seis versiones autógrafas— donde la lana está pintada con una cualidad casi táctil, adquiriendo este sencillo tema un aire trascendente.
Zurbarán no se prodigó representando animales dentro de conjuntos con figuras, pero ya en la primeriza Salida de san Pedro Nolasco hacia Barcelona pintó un perro, y en la Huida a Egipto realizó un verdadero retrato del asno donde va montada la Virgen.
Durante toda su carrera, Zurbarán puso especial cuidado en la representación de los objetos, en composiciones con personajes.
En todos estos bodegones pintó con gran detalle —diríase que con amor— los objetos modestos, dotándolos de una cualidad simbólica.
Sobre un mantel blanco cuidadosamente desplegado, se representa el pan, una jarra de barro barnizado, dos platos con comida y un cuchillo en escorzo, que acentúa la perspectiva.
Como todos los grandes maestros, Zurbarán, no da la impresión de haberse limitado a las exigencias requeridas por sus comitentes.
No debería plantearse la cuestión de jerarquías entre los grandes pintores, sino meditar sobre sus obras, intentar comprender los problemas a los que se enfrentaron, y reflexionar sobre la trascendencia que hayan tenido sobre otros artistas y en la Historia del arte, No debiera establecerse comparaciones entre El Greco, Zurbarán, Velázquez, Murillo... Cada persona tiene un criterio propia acerca del arte, de las personas y de las cosas.