Ambas fueron realizadas en 1661, fecha en que el papa Alejandro VII dictó la Constitución apostólica Sollicitudo omnium ecclesiarum por la que aprobaba la doctrina de la Inmaculada Concepción, prohibía los escritos contrarios a ella y autorizaba su culto, Constitución recibida en España con grandes festejos, tras años de obligado silencio, si bien no se trataba todavía de la proclamación dogmática.
Zurbarán solamente representa a la Virgen, intensamente absorta, bañada por una maravillosa luz dorada.
Su figura aparece flotando en los cielos, sobre un fondo de brillo solar.
La blanca túnica cae formando suaves pliegues verticales, que se adaptan a la leve curvatura de la figura.
El gran manto —de azul intenso— forma abultados pliegues y parece agitado por el viento, en un movimiento usual en el barroco español, constituyendo un trozo de pintura de excepcional calidad.