Este hecho —considerado milagroso— propició la victoria cristiana en la batalla del Puig.
[4] Zurbarán realiza una notable galería de retratos, repartidos en dos grupos, iluminados por una luz crepuscular.
Jaime I lleva una pequeña lechuguilla alrededor del cuello, y porta un bastón de mando en su mano derecha.
Lleva una armadura azulada, y calzón que deja descubiertas las piernas, con calzas de color pajizo, sujetadas con ligas.
Pedro Nolasco aparece con un amplio manto de gruesos pliegues, de un blanco marfileño deslumbrante, y con las manos juntas en oración- En el fondo se ve la silueta del monasterio de Santa María del Puig, como aparecía en la fecha en que se pintó el cuadro.