La forma rizada se conseguía con unas tenacillas especiales que encañonaban la prenda y cada ondulación recibía el nombre de abanino.Este cuello se almidonaba y planchaba en las casas sin la ayuda de los complicados abridores.Estas normas se cumplieron escasamente y el rey Felipe II repitió el mandato en la Pragmática de 1593 que tampoco tuvo mucha repercusión.[6] En la última década del siglo XVI, además de aumentar su radio, llegó a sobrepasar por detrás la cabeza.Cervantes no llegó a conocer su desaparición en tiempos de Felipe IV ni su sustitución por las valonas.Los Alcaldes disponían incluso sobre si el trabajo de abrir cuellos podía realizarlo o no una mujer soltera, y se lo prohibían a los maridos, es decir era un trabajo para mujeres casadas.[11] Las autoridades habían conseguido en su momento un gran triunfo al conseguir la prohibición del añil para dar ese toque azulado tan criticado, así pues, animados por este hecho el Consejo Real se dedicó a la campaña de desterrar por siempre las lechuguillas en España.El documento trataba sobre los ropajes en uso y especialmente sobre los cuellos llamados lechuguillas que habían ido creciendo exageradamente.
Puntas de encaje con un diseño característico similar a su uso en los cuellos de la Edad Moderna.