Francisco de Quevedo

El opúsculo más ingenioso y menos procaz es, sin duda, las Epístolas del caballero de la Tenaza, donde se hallan muchos saludables consejos para guardar la mosca y gastar la prosa (h. 1606), en que un hidalgo tacaño ofrece todo tipo de excusas por escrito para no dar dinero o regalos a su amante.

Igualmente por esas fechas sostiene un muy erudito intercambio epistolar en latín con el humanista Justo Lipsio sobre cuestiones filológicas y deplorando las guerras que estremecen Europa, según puede verse en el Epistolario reunido por Luis Astrana Marín.

Contra este último escribió La Perinola, cruel sátira de su libro misceláneo Para todos.

Quevedo, descaradamente, violentaba la relación metiéndose hasta con su aspecto (como en su sátira A una nariz, en la que se ensaña con el apéndice nasal de Góngora, pues en la época se creía que el rasgo físico más acusado de los judíos era ser narigudos).

[16]​ Una vez en Italia, Osuna le encomienda dirigir y organizar la Hacienda del Virreinato.

A ella se incorporó Quevedo como un miembro más, entablando una especial amistad con el poeta neolatino Giulio Cesare Stella (1564-1624)[17]​ y además con el cardenal Doria, Filippo Paruta, Martín Lafarina, Ercole Branchiforte y Mariano Valguarnera, el cual, a instancias de don Francisco, tradujo al italiano al poeta griego Anacreonte.

Asimismo, en Nápoles, según su biógrafo Pablo Antonio de Tarsia: Quevedo intentó atraer con fortuna dispar a la Academia a otros autores como Gian Andrea De Cunzi, Carlos de Eybersbach, Vicente Mariner, Justo Lipsio y Michaël Kelker, entre otros, manteniendo correspondencia con ellos, y durante su estancia napolitana desempeñó además otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia, aunque no directamente como se ha creído hasta hace poco.

Los vecinos del lugar, sin embargo, no reconocieron esa compra y Quevedo pleiteará interminablemente con el concejo, si bien el pleito recién se resolverá a su favor tras su muerte, en la persona de su heredero y sobrino Pedro Alderete.

En 1622 había vuelto a ser desterrado brevemente a la Torre, pero la entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento del conde duque de Olivares, cuya amistad supo ganarse trabajando como libelista para él.

Quevedo acompaña al joven rey en viajes a Andalucía (1624) y Aragón (1626), algunas de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas.

[16]​ El 25 de septiembre muere en prisión don Pedro Téllez-Girón, y Quevedo lo lamenta en unos célebres sonetos.

[21]​ En 1627 Quevedo escribe en adulación al Conde-Duque su comedia Cómo ha de ser el privado.

La denuncia incluye también un juicio del anónimo autor, al que identifica a las claras con Quevedo: La obra fue recogida en ese mismo y año.

Por otro lado, lleva una vida privada algo desordenada de solterón: fuma mucho, frecuenta las tabernas (Góngora le achaca ser un borracho consumado y en un poema satírico se le llama don Francisco de Quebebo) y frecuenta los lupanares, pese a que vive amancebado con la tal Ledesma.

Sin embargo, es nombrado incluso secretario del monarca, en 1632, lo que supuso la cumbre en su carrera cortesana.

Además, el poeta Juan de Jáuregui escribe un Memorial a Felipe IV en ese mismo año en que ataca también a Quevedo e imprime también su comedia El retraído (Barcelona, Sebastián de Comellas, 1635) donde atacaba La cuna y la sepultura publicada un año antes.

En esta comedia El retraído (esto es, el acogido a sagrado por ser buscado por la justicia civil) el personaje del Censor ataca cada uno de los puntos sostenidos por Quevedo en su obra, intentando demostrar que es hereje, la inspiración diabólica de la obra y su ataque contra los privados, a los que considera indignos, condenando su enriquecimiento ilícito; también le parece que su piedad cristiana es falsa, porque encubre sátira; es más, manipula los textos que cita; Jáuregui incluso desciende a mencionar sus pleitos con la Torre de Juan Abad (a quien hace personaje de la obra) y su participación en la conjura de Venecia y menciona su escaso conocimiento del griego; indudablemente, no parece casual que esta comedia se publicara al mismo tiempo que El tribunal de la justa venganza.

Un verso culto antiguo en una estrofa popular, de ritmo machacón y sentencioso, nunca usado por Quevedo.

Hay, sin embargo, algunos elementos comunes con el estilo de Quevedo, si bien se renuncia a lo más característico.

[28]​ Sus obras fueron muy mal recogidas y editadas por el humanista José Antonio González de Salas, quien no tiene empacho en retocar los textos, en 1648: El Parnaso español, monte en dos cumbres, dividido con las nueve Musas castellanas, pero es la edición más fiable; peor es la edición del sobrino de Quevedo y destinatario de su herencia, Pedro Alderete, en 1670: Las tres Musas últimas castellanas; en el siglo XX José Manuel Blecua las ha editado con rigor.

Cultivó también una fina lírica cortesana realizando un cancionero petrarquista en temas, estilo y tópicos, prácticamente perfecto en técnica y fondo, en torno a la figura de Lisi, que no hay que identificar como se ha querido con ninguna dama concreta, sino con un arquetipo quintaesenciado de mujer, al que bautizó también con otros nombres.

Abominó de la estética del Culteranismo cuyo principal exponente, Luis de Góngora, fue violentamente atacado por Quevedo en sátiras personales, si bien llegó con el tiempo a tolerar una estética que se había convertido en general e incluso la cultivó él mismo de forma meramente testimonial, como dijo Borges, para indicar "que él también sabía jugar a ese juego".

Su obra cumbre en este género es, sin duda, su «Amor constante más allá de la muerte».

Polimnia contiene poemas morales, algunos entre los mejores del autor, como el soneto "¡Ah de la vida...!

La cuarta musa, Erato, se divide en dos partes, ambas dedicadas a la poesía amorosa.

Fue un editor algo descudidado, porque repitió algunos poemas ya aparecidos en la primera parte e introdujo cierto desorden, pero siguió el plan de las Musas: Euterpe, la séptima, prolonga el ciclo de poesías amorosas que atañe a Lisi.

Representan valores típicamente barrocos por su temática sobre el paso del tiempo y la muerte como fin.

Urania, novena Musa, se dedica a poesía religiosa, cerrando este volumen.

En su haber se cuentan: Como prototipo del intelectual cortesano que exhibía su ingenio y con frecuencia le gustaba escandalizar, Quevedo pasó a la literatura popular como personaje de chistes con frecuencia groseros, volviéndose personaje de leyendas urbanas como otros afectos al épater le bourgeois, por ejemplo Camilo José Cela.

En la música En la música, el cantante Francisco 'Paco' Ibáñez musicalizó cuatro poemas suyos: las letrillas satírica "Poderoso caballero Don Dinero", "Es amarga la verdad" y el cómico romance que "Pinta a un doctor en medicina que se quería casar".

Francisco de Quevedo retratado después de ingresar en la Orden de Santiago en 1618 por Francisco Pacheco en su Libro de descripción de verdaderos retratos, ilustres y memorables varones .
Obras de don Francisco de Quevedo Villegas , 1699
Quevedo y los esqueletos de Juan de la Encina y el rey Perico , Leonaert Bramer , 1659, dibujo a tinta y aguada gris, Múnich , Staatliche Graphische Sammlung.
Convento de San Marcos en León
Intriga contra don F.º de Quevedo en los jardines del Palacio del Buen Retiro ( c . 1876) por Antonio Pérez Rubio . Óleo sobre lienzo, Museo del Prado
Restos de Francisco de Quevedo
Portada del Epicteto y Phocílides en español con consonantes , de Francisco de Quevedo; pudo inspirar El gran teatro del mundo , auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca .
Portada calcográfica de El Parnaso español , editado en Madrid por Diego Díaz de la Carrera, 1648, grabado de Juan de Noort sobre una idea del compilador, Juan Antonio González de Salas. Doble retrato del escritor, coronado por las Musas y en medallón sostenido por un sátiro, símbolo de la doble inspiración, sacra y profana.
Poema ¿Ves, con el oro? (Leiden)
Edición príncipe de los Sueños y discursos , Barcelona, Esteban Liberós, a costa de Juan Sapera, 1627.
Placa dedicada a El Buscón en Segovia .
Lutero: asunto tomado de El sueño del Infierno de Quevedo (1858), óleo de Francisco Sans Cabot
Detalle de Lutero: asunto tomado de El sueño del infierno de Quevedo , del pintor catalán Francisco Sans Cabot .
Estatua de Quevedo en Alcalá de Henares.
Estatua de Quevedo en Alcalá de Henares .
Estatua del monumento a Quevedo en la glorieta homónima de Madrid ( A. Querol , 1902).