A la formación académica se agregaron dos ingredientes que iban a marcar su obra posterior: la frecuentes visitas al Museo del Prado, donde encontró material para su propia obra especialmente en las pinturas de Velázquez y de Goya en un momento en que este no gozaba aún del prestigio de los grandes maestros, y sus lecturas de los clásicos tras abandonar una primera vocación literaria.
[1] Según Ossorio y Bernard, pintaba de noche, asistiendo con regularidad a las sesiones nocturnas de la Sociedad Protectora de las Bellas Artes,[2] y, según Lafuente Ferrari, vivió, «pobre y tranquilo, la vida del madrileño que pasea, charla y asiste a las tertulias de los cafés».
Asistió con regularidad y mediana fortuna a las exposiciones nacionales celebradas en Madrid de 1862 en adelante.
[8] La crítica tampoco le fue favorable en esta ocasión, deplorando el estilo inacabado que, sin embargo, iba a acentuar en trabajos posteriores en los que las figuras quedan reducidas a manchas, como en el titulado Atentado contra el noveno mandamiento, tabla de pequeñas dimensiones conservada en el Museo del Prado,[9] o en su aproximación goyesca al tema bíblico de Susana y los viejos del Museo de Bellas Artes de Córdoba.
Dada la precaria situación económica en la que se encontraba la ceremonia fúnebre fue sufragada por la Asociación de Escritores y Artistas, en cuyas exposiciones había participado con frecuencia.