No se ha conservado ningún documento específico que certifique su nacimiento en alguna de las dos localidades.
[2] En la localidad jienense esto se explica porque durante la invasión francesa los archivos históricos así como la propia villa fueron incendiados y reducidos a cenizas.
Murió a los setenta años, en 1476, víctima de un cáncer que le desfiguró el rostro.
A los veinticuatro años participó en los combates del asedio al castillo de Montizón (Villamanrique, Ciudad Real), donde ganó fama y prestigio como guerrero.
Permaneció un tiempo preso en Baeza donde murió su hermano Rodrigo, tras su entrada militar en la ciudad para ayudar a sus aliados, los Benavides, frente a los delegados regios (el conde de Cabra y el mariscal de Baena).
Como con el nacimiento, hay distintas versiones sobre el suceso: algunos cronistas coetáneos como Hernando del Pulgar y Alonso de Palencia dan testimonio de que murió en la misma pelea, frente a los muros del castillo, o justo a continuación.
[9] Otros, como Jerónimo Zurita, sostuvieron con posterioridad (1562) que su muerte tuvo lugar en Santa María del Campo Rus (Cuenca), donde estaba su campamento, días después de la batalla.
Consta aproximadamente unas 50 composiciones, incluidas la mayor parte de ellas en el Cancionero general (1511).
Jorge Manrique no es original en estas composiciones, ya que toma como modelo la lírica trovadoresca.
El primero de ellos es A una prima suya que le estorbaba unos amores con solo nueve versos.
La gracia de este poema es el doble sentido que tiene la palabra prima, la cual puede referirse a la cuerda con timbre más agudo de un instrumento o entenderse como una familiar.
En último lugar, Un convite que hizo a su madrastra: este poema destaca por ser el más extenso de los tres, tiene ciento veinte versos.
Queda claro que Jorge Manrique no sentía mucho respeto por su madrastra.
El testimonio más antiguo que se conserva procede del Cancionero de Baena, por tanto no pudo ser el manuscrito que Juan Alfonso regaló a Juan II.
El propio poeta se salva y salva a su padre mediante la vida de la fama que le otorgan no sólo sus virtudes como caballero y guerrero cristiano, sino mediante la palabra poética, tal como concluye el poema: Se trata de la memoria que deja su hijo en estas coplas y que sirve para salvar tanto al padre guerrero como al hijo poeta para la posteridad.
Resuena asimismo el fatalismo de los tópicos medievales del ubi sunt?, vanitas vanitatum, homo viator.
La expresión es llana y serena, acompañada de símiles, como es propio del sermo humilis o estilo humilde, el natural y común de la literatura didáctica.
En sus versos introduce temas que ya han sido tratados anteriormente: la muerte y lo efímero, pero lo hace dotando de enorme belleza a cada estrofa, logrando un poema de uniformidad y unidad extraordinarias.
La obra de Jorge Manrique ha marcado a muchos autores posteriores que han mostrado gran interés y admiración por su poesía, en especial por las Coplas por la muerte de su padre.
La extensa divulgación de Justa fue mi perdición durante esta época no está directamente relacionada, sin embargo, con la fama personal de Jorge Manrique, ya que los documentos en que se conserva apenas mencionan su nombre.
Se conservan en la actualidad seis versiones compuestas por Alonso Mudarra, Luis Venegas de Henestrosa, Juan Navarro de Sevilla, Pere Alberc i Vila, Melchor Robledo y Francisco Guerrero.
La obra manriqueña está presente en nuestro teatro clásico, cantada o glosada.
[15] Los noventayochistas Miguel de Unamuno, Ramiro de Maeztu, Azorín y Antonio Machado, se aproximaron a Jorge Manrique cada uno a su peculiar manera, pero todos desde un gran afecto hacia el poeta castellano.
[17] También en su Cancionero recuerda a Jorge Manrique como personaje y creador en el poema Al pasar por Carrión de los Condes.
Jorge Manrique es un escalofrío ligero que nos sobrecoge un momento y nos hace pensar.
Jorge Manrique es una ráfaga que lleva nuestro espíritu allá, hada una lontananza ideal».