[1] La razón más poderosa que se ha supuesto para este cambio podría ser la animadversión de sus contemporáneos a Quevedo, quien había satirizado a la represiva sociedad española en sus dos obras anteriores, también mencionadas por el madrileño en la introducción en un intento de afirmar su propiedad literaria sobre su serie.
[3] Al final del discurso sale espantado, aunque no experimenta la paz sino que conserva el espanto de haber conocido a Lucifer.
La narración se centra en una persona de nombre desconocido que no puede obtener la paz, similar a Dante en El Infierno.
[9] Para ello, se sirve de sarcasmos, desfiguraciones y falsificaciones, recursos comunes en su obra.
El paradigma del mundo al revés permite al autor satirizar las convenciones de la nobleza, la honra, la castidad, la conquista de América e incluso los zurdos.