[1] Este episodio no ha sido muy tratado en el arte cristiano, al ser considerado un ritual desagradable y obsoleto, felizmente substituido por el bautismo.
En el siglo XVII, Francisco Pacheco recomendaba representar no el acto en si, sino a la Virgen consolando al Niño después del ritual, en el mismo pesebre, pero los artistas generalmente prefirieron disponer los personajes en una sinagoga, acentuado el decoro, y muy de acuerdo a las normas derivadas de la contrarreforma.
San José queda solo a la derecha, en actitud de recogimiento.
Lleva una suntuosa jarra en una bandeja, quizás una alusión al agua bautismal que substitute a la circuncisión.
[9] El colorido es menos intenso que el de los otros lienzos del retablo, basándose en blancos, grises y verdes, con algunos retazos de rojo y ocre.