Odile Delenda, historiadora del arte especializada en este artista, reconoce diecisiete pinturas autógrafas del maestro y de gran calidad dentro de este género, realizadas posiblemente entre 1635 y 1650.
Generalmente las figuras están de perfil, con el rostro girado hacia el espectador, portando los atributos que las caracterizan y van elegantemente vestidas con ropas anacrónicas para la época en que vivieron, pero inusuales también para el siglo XVII.
Las escasas series conservadas están formadas por obras de calidad muy desigual y que no destacan por su maestría.
[19] Pero en varios lienzos las jóvenes parecen acudir a una procesión y, según Vicente Lleó Cañal, sus trajes se basan en los que solían usarse en la procesiones del Corpus Christi de su época en Sevilla, para conmemorar a dichas santas.
[22] Así, en algunos lienzos, el maestro representa su ideal de belleza femenina: pelo moreno, rostro de forma ovalada, grandes ojos negros, boca pequeña, mejillas sonrosadas y cejas algo separadas.
[23] Pero otros lienzos, debido a la individualización de los rasgos fisonómicos, parecen auténticos retratos, que penetran en la psicología del personaje, de forma que Emilio Orozco los llama «retratos a lo divino».