[5][6] Se ubica en la plaza del Museo, que está presidida por una escultura dedicada a Bartolomé Esteban Murillo.
[12] Destacan entre sus dependencias la iglesia conventual, finalizada en 1612, así como los claustros articulados en torno a la escalera imperial, núcleo central del edificio, y cuya composición tuvo un gran eco en América.
[13] El otro gran arquitecto asociado al edificio conventual mercedario fue Leonardo de Figueroa, que remodela en 1724 la planta superior del claustro Mayor.
El Museo Arqueológico ocupaba tres galerías del denominado patio del Claustro Grande, mientras que el Museo de Pinturas ocupaba la iglesia y otras dependencias.
Ambas son obra del escultor madrileño Sabino de Medina.
Entre 1942 y 1945 se actuó sobre la antigua sacristía, que pasó a convertirse en el patio de las Conchas y se trasladó la antigua portada barroca de la calle Bailén a la fachada principal.
Una tercera llevada a cabo entre 1969-1970 y 1975-1976 quedó inconclusa con desafortunadas consecuencias para la estabilidad estructural del edificio.
Las trazas del edificio se deben a Juan de Oviedo, arquitecto y escultor a quien se le encargan las nuevas obras, tras el derribo del edificio antiguo.
Las obras comienzan en 1602, quedando configurada su actual apariencia en la segunda década del siglo XVII.
El vestíbulo se encuentra decorado con azulejería procedente de diversos conventos sevillanos.
Está cubierta con pinturas murales obras del pintor sevillano Domingo Martínez.
La grandiosa escalera está proyectada con un doble arranque y se aloja en un amplio espacio cúbico de equilibradas proporciones.
La ornamentación y la distribución de los huecos que la iluminan le otorgan gran riqueza estética.
La polémica sobre qué se había hecho del enorme patrimonio desamortizado estaba servida tal y como se hacen eco Antonio Colón en su Sevilla Artística o González de León en Noticia Artística de Sevilla.
En la primera mitad del siglo XX tienen lugar las donaciones más importantes como son la de Lucia Monti (1921), Abreu (1928), Gestoso (1932), Siravegne (1944) o Aguiar (1945).
El fondo sobre papel del museo se completa con la estampa: xilografías, grabados a buril y litografías mayoritariamente de temática sevillana ejecutadas entre los siglos XVI y XX, perteneciendo el grueso de la colección al siglo XIX.
Su cronología abarca desde el siglo XV al XX, siendo las más antiguas las piezas vidriadas decoradas con motivos geométricos de influencia musulmana.
Las pinturas presentan como características comunes los fondos dorados, el trabajo minucioso del detalle y la pose ensimismada de las figuras.
La riqueza que va acumulando la ciudad atrae a artistas flamencos e italianos.
[18] La galería muestra como la apertura a las corrientes europeas convive con la larga sombra de Murillo y Valdés Leal.
En la nueva sede se expondrán los fondos de los siglos XIX y XX.