Hasta hace poco se venía confundiendo al pintor, con el canónigo carmelita sevillano y contemporáneo, fray Juan de Roelas.
Allí permaneció hasta 1604, cuando obtuvo una prebenda o favor del Conde-Duque de Olivares, que le protegió.
Aprendido el estilo italianista del último Manierismo, Roelas introdujo efectos de luz a lo Bassano, que hacen fácilmente reconocible su obra.
Al tiempo, se convertía en un estupendo retratista de la vida cotidiana, completando sus composiciones sobre temas sagrados con elementos absolutamente vulgares y de la vida diaria, que fueron muy criticados por otros pintores del momento (como Francisco Pacheco).
Este reparto del lienzo tuvo mucho éxito en Andalucía, pero, pese a la genialidad de su estilo, la compleja mezcla de rasgos pictóricos hizo que su técnica ligera y diestra no sentara escuela en la región a pesar de sus no pocos discípulos, entre los que se encuentran el también sevillano Francisco Varela y el luxemburgués Pablo Legot.