[1][2] Zurbarán narra el episodio durante el cual trataron de envenenar al santo, quien porta un bernegal de metal plateado, del cual sale un pequeño dragón que simboliza el tóxico.
Situada en primer término, la figura de Luis Beltrán ocupa la mayor parte del lienzo.
Tiene un carácter casi escultórico, con unas manos muy dibujadas y expresivas, que contrastan con el aspecto lívido del rostro.
A la izquierda, se ve el fuego de unas chozas con ídolos, que el santo mandó quemar.
A la derecha, un milagro que realizó, grabando en un gran árbol la forma de la Cruz, con su misma estatura.