El esfumado (del italiano sfumato) es una técnica pictórica que se obtiene por aumentar varias capas de pintura extremadamente delicadas, proporcionando a la composición unos contornos imprecisos, así como un aspecto de antigüedad y lejanía.
Se utilizaba en los cuadros del Renacimiento para dar una impresión de profundidad.
[1] Este efecto hace que los tonos se difuminen hasta valores más oscuros como en La Virgen de las Rocas (1483-1486), donde ya se considera totalmente logrado y sobre todo en Mona Lisa o el San Juan Bautista (cuadros conservados en el Louvre de París).
Según la teoría de la historiadora del arte Marcia B. Hall,[2] cuya propuesta ha ganado considerable aceptación,[3] es uno de los cuatro modos pictóricos canónicos del Renacimiento tal como se establecieron en la práctica de los maestros del Pleno Renacimiento a comienzos del siglo XVI; siendo los otros tres el chiaroscuro, el cangiante y la unione (que sería la alternativa rafaelesca al sfumato leonardesco).
[4] Según las investigaciones de Pascal Cotte,[5] basadas en un análisis multi-espectral del cuadro La Gioconda, la técnica utilizada por Leonardo podría consistir en los pasos siguientes: Al final no queda en el cuadro el mínimo trazo de pincel, haciendo muy difícil saber a simple vista cuál ha sido la técnica pictórica empleada.