La técnica del cangiante se caracteriza por la adopción por el pintor de un color más claro cuando el original no pudiera ser suficientemente claro; o, por el contrario, el uso de un color más oscuro cuando el original no pudiera oscurecerse lo suficiente.
En el Renacimiento el número y género de los colores disponibles era muy limitado.
Independientemente del color real del objeto pintado, el pintor podía, por ejemplo, pasar de amarillo a rojo para pintar el sombreado de un objeto amarillo, simplemente porque el pigmento amarillo con el que debía trabajar no podía ser oscurecido lo suficiente para representar las sombras sobre ese objeto, mientras que el pigmento rojo sí lo permitía.
Ciertamente existían otros métodos de obtener el sombrado y la luz en la pintura; pero frecuentemente los procedimientos disponibles consistían en mezclar "marrón" (tierras, pardos, ocres) o "negro" (un "no color" de problemático uso en pintura) con el color original, lo que teñía de "sombra" tal color.
En todo caso, la intención del pintor podía ser expresar las sombras con ayuda de colores puros, y experimentar conscientemente los efectos cromáticos de tal desviación.