Comparando esta obra con sus primeras versiones de la Inmaculada Concepción —como la Inmaculada Concepción (1629, Museo del Prado)— Zurbarán muestra aquí un estilo más evolucionado, donde substituye la anterior rigidez y el tenebrismo por un esfumado que dulcifica las figuras.
Su manto presenta amplias ondulaciones y está sujeto al cuello mediante una cadena dorada.
Por otra parte las cabecitas de ángeles entre las nubes están más difuminadas que en el cuadro anterior.
[4] A cada lado del globo se ven tres putti, con algunos atributos marianos.
A su lado, medio enrollado en una cinta amarilla, otro sostiene el Lirio entre espinas[6] y un ramito que remite al Hermoso olivo.