Son relativamente pocos los lienzos pintados por Zurbarán en su etapa final en Madrid.
Son obras destinadas a la devoción privada, que muestran su interés por adaptarse al ambiente de la capital del mundo artístico español.
José de Nazaret y la Virgen María están dulcemente inclinados hacia el Niño.
Zurbarán presta gran atención a los pliegues de las telas, recreándose en los diferentes colores.
En la parte superior izquierda aparece un hermoso paisaje crepuscular, y toda la composición está bañada por una suave luz.