Llegó a ser propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912, pero su anticlericalismo[6] provocó que fuera asediado y boicoteado con éxito por los sectores más conservadores de la sociedad española, representados en el catolicismo tradicionalista,[7] que no reconocían su valor intelectual y literario.
[9] En sus inicios liberales se afilió al Partido Progresista de Sagasta y en 1886 logró ser diputado por Guayama (Puerto Rico) en las Cortes.
[a][14] Era hermano del militar Ignacio Pérez Galdós, capitán general de Canarias entre 1900 y 1905.
[15] Siendo aún niño, su padre lo aficionó a los relatos históricos contándole pasajes y anécdotas vividos en la guerra de la Independencia, en la que, como militar, había participado.
Fue en esa institución donde conoció a Leopoldo Alas, Clarín, durante una conferencia del crítico y novelista asturiano, en lo que sería el comienzo de una larga amistad.
En ese mismo año, se produce la llamada revolución de 1868, en que cae la reina Isabel II, precisamente cuando regresaba de su segundo viaje a París y volvía de Francia a Canarias en barco vía Barcelona; en la escala que el navío hizo en Alicante se bajó del vapor en la capital alicantina y llegó así a tiempo a Madrid para ver la entrada de los generales Francisco Serrano y Prim.
El año siguiente, se dedicó a hacer crónicas periodísticas sobre la elaboración de la nueva Constitución.
[25] La segunda serie (1875-1879) recoge las luchas entre absolutistas y liberales hasta la muerte de Fernando VII en 1833.
Después de un paréntesis de veinte años, y tras recuperar los derechos sobre sus obras que detentaba su editor, con quien mantuvo un pleito interminable, Galdós continuó con la tercera serie, dedicada a la primera guerra carlista (1833-1840).
A primera tarde leía en español, inglés o francés; prefería los clásicos ingleses, castellanos y griegos, en particular Shakespeare, Dickens, Cervantes, Lope de Vega y Eurípides, a los que se conocía al dedillo.
Después volvía a sus paseos, salvo que hubiera un concierto, pues adoraba la música y durante mucho tiempo hizo crítica musical.
[27] Pero el auge del naturalismo en Francia y sus lecturas del mismo empezaron a afectar sus ideas narrativas y en 1881 dio un notable giro a su producción novelística al publicar La desheredada, como observaría su amigo y crítico literario Leopoldo Alas, Clarín:[28] Con La desheredada abandona el género de la novela de tesis y abre el ciclo de las Novelas españolas contemporáneas (1881-1889) que —en su mayoría— describen la sociedad madrileña en la segunda mitad del siglo XIX.
Y también era habitual de la tienda del fotógrafo Casiano Alguacil en la cercana calle de la Plata, la misma calle en la que vivía el tío del joven escritor Francisco Navarro Ledesma, quien facilitó a D. Benito documentación fundamental para Ángel Guerra.
[31] La carrera parlamentaria de Galdós comienza, de un modo un tanto rocambolesco, cuando en 1886 y habiéndose aproximado el escritor al Partido Liberal, su amistad con Sagasta lo llevó a ingresar en el Congreso como diputado por Guayama (Puerto Rico).
[32][33][34] El escritor nunca llegaría a visitar su circunscripción antillana, pero su obligada asistencia a las Cortes —donde, tímido por naturaleza, apenas despegaría los labios— le sirvió de nuevo de insólito observatorio desde el que analizar lo que luego titularía como «la sociedad española como materia novelable».
En su producción novelística, todavía dentro del ciclo de las Novelas españolas contemporáneas, inicia una segunda fase en que, tras publicar Realidad en 1889, la lectura de León Tolstói le hace abandonar el influjo del naturalismo e inclinarse por el espiritualismo, publicando entre 1891 y 1897 diez novelas en esta nueva estética: Ángel Guerra (1891), Tristana (1892), La loca de la casa (1892), Torquemada en la cruz (1893), Torquemada en el Purgatorio (1894), Torquemada y San Pedro (1895), Nazarín (1895), Halma (1895), Misericordia (1897) y El abuelo (1897).
El autor recordaría luego esa noche en sus Memorias como «solemne, inolvidable para mí».
La vida sentimental de Galdós, que el escritor conservó celosamente en secreto,[e] tardó en ser estudiada con cierto método.
[48][47][49] Una dilatada colección de estudios intentando desentrañar las relaciones claras de los rumores, permiten añadir a estas tres mujeres mencionadas una variopinta lista en la que figuran los nombres de la actriz Carmen Cobeña; la poetisa y narradora Sofía Casanova que estrenó en el Teatro Español su comedia La Madeja (con dirección artística del propio Galdós); la actriz Anna Judic; la cantante Marcella Sembrich; la artista Elisa Cobun; la actriz Concha Catalá, que trabajó en la compañía de Rosario Pino; y la viuda Teodosia Gandarias Landete, su último y algo más que platónico amor.
[47] En el último periodo de su vida, Galdós repartió su tiempo entre los compromisos políticos y la actividad como dramaturgo.
[52] En 1909, presidió, junto a Pablo Iglesias, la coalición republicano-socialista, si bien Galdós, que «no se sentía político», se apartó pronto de las luchas «por el acta y la farsa» dirigiendo sus ya menguadas energías a la novela y al teatro.
Por razón de su ceguera, Galdós pidió ser alzado para palpar la obra y lloró emocionado al comprobar la fidelidad de la obra que un joven y casi novel Victorio Macho había esculpido sin cobrar su trabajo.
Sabe que se le ha muerto el más alto y peregrino de sus príncipes».
[62] En la prensa madrileña y nacional, algunos diarios como el conservador La Época publicaron números extraordinarios glosando la imagen del escritor canario fallecido.
Algunos de los más destacados son los siguientes: Galdós fue casi tan fecundo periodista como narrador y desde mucho antes, ya en su etapa canaria.
[98][n] En 1922, siete años más tarde, la Academia Sueca le concedió el Premio Nobel de literatura al dramaturgo español Jacinto Benavente (ya antes también lo había recibido Echegaray, aunque compartido).
[96][o][102] Varias son las interpretaciones en piedra que diferentes escultores en distintas épocas han hecho de la personalidad e imagen del escritor canario.
[103] Otros homenajes en piedra —sin seguir un orden cronológico— son: Una escultura, la segunda del escritor esculpida por Victorio Macho, hecha en piedra caliza 1922, originalmente frente al océano y conservada luego en la Casa-Museo Pérez Galdós en Las Palmas, en un prudente acto de traición al escultor castellano cuyo deseo, en sus propias palabras, fue: «... yo sueño que 'mi Galdós' llegue a confundirse con el paisaje y parezca una roca...»[104]" De 1969 es la escultura de Pablo Serrano instalada en la plaza de La Feria, también en Las Palmas.
El monumento tenía una placa en bronce, en la que podía leerse: «Benito Pérez Galdós, 1843-1920.
[105] También en Sudamérica, en Caracas, en la plaza Galdós de la avenida las Acacias se encuentra la escultura realizada en 1975 por el canario-venezolano Juan Jaén Díaz.