De convicciones católicas y monárquicas en la guerra civil española se sumó a los partidarios del general Franco.Su longeva vida le permitió dejar una amplia obra abarcando todos los géneros literarios.[6] Tras el nacimiento del tercer hijo, su padre abandonó a la familia, siendo Sofía todavía muy pequeña, y dejándoles sin recursos, de manera que para sobrevivir se fueron a vivir con los abuelos maternos, con el apoyo económico del abuelo ferrolano Juan Bautista Casanova Pla Cancela, marino de profesión.[7] Allí comenzó a hacer amigos dentro del mundo literario, entre ellos estaba Blanca de los Ríos, con quien se llevaba especialmente bien.Sus primeros poemas se publicaron cuando ella tenía quince años en el Faro de Vigo.El talento por la poesía de Sofía se reconoció en los círculos literarios más selectos[9] que frecuentaba con asiduidad.[7] A través del marqués fue presentada en la corte de Alfonso XII, que organizaba veladas poéticas.[7] En las tertulias que frecuentaba, mantuvo trato con intelectuales de la época, entre ellos Emilio Ferrari o Bernard Shaw.En estos círculos, Campoamor le presentó al excéntrico profesor, filósofo y diplomático polaco Wincenty Lutosławski, un políglota experto en Platón[8] que había llegado a Madrid procedente de Francia y estaba estudiando el pesimismo en la literatura española, sobre lo que luego publicó un libro.Sus viajes le permitieron además conocer a personalidades del mundo intelectual y político como Tolstoi, Marie Curie o Morel Fatio cuyas opiniones sobre lo español recogió en libros y conferencias.Tras la publicación de su novela La mujer española en el extranjero en 1910, su nombre empezó a figurar en las secciones literarias de los periódicos españoles y a ella se la consideraba una «mujer ilustre» en el mundo literario.Sofía Casanova es una de las pocas mujeres a las que Benito Pérez Galdos elogió.Ese viaje al horror, cuentan sus biografías, la hirió profundamente y cambió su vida.[8] Lo narró en una carta al diario ABC, intentado convencer a sus compatriotas de que no estaba justificada su creciente admiración por los alemanes.Siguió trabajando en el hospital hasta que los alemanes entraron en la ciudad del Vístula y huye con sus hijas en el último tren a Minsk, Moscú y, finalmente, a San Petersburgo.[8] Tras estas crónicas, la censura rusa le prohibió la comunicación con España y su silencio provocó que incluso se la llegara a dar por muerta.Este hecho le hizo aborrecer a los republicanos, sentimiento que fue en aumento hasta que en 1936 escribió uno de sus últimos artículos de su colaboración con el diario: Mirando a Rusia.Aunque estaba casi ciega, seguía escribiendo ayudada por sus nietos, a los que dictaba sus últimas vivencias.En 2022 se publica una antología con las crónicas que escribió como corresponsal en el extranjero, De guerra, revolución y otros artículos.