Memorias de un cortesano de 1815

[3]​[a]​ Una determinación que le llevará desde su discreta posición de covachuelista hasta el círculo de poder del “Deseado”.Galdós, no sin cierta sorna y ya en el arranque del capítulo I, le concede al personaje el honor de presentarse a sí mismo: En el aspecto más cercano al análisis histórico desde el prisma galdosiano,[4]​ destaca la entusiasmada glosa que Pipaón hace del momento histórico, glorioso para unos y nefasto para muchos durante siglos, en el que tras la noche del 10 de mayo de 1814 Fernando VII se hizo con el poder absoluto, derogó la Constitución de 1812 y llevó el país a la ruina intelectual en una sucesión de decisiones arbitrarias y a merced de un cambiante círculo íntimo conocido como ‘la camarilla’.La crueldad y la ignorancia de aquel régimen no tienen ejemplo en Europa.El tirano y el payaso, en una pieza, aparecen en la irrazonable reacción en 1814...»[5]​[6]​ La referida glosa que Galdós pone en boca de Juan Bragas y que cierra el primer capítulo de la novela, reza así:Varios galdosistas remarcan el tono esperpéntico conseguido por Galdós en estas memorias de un cortesano, que en su cómica deformación, y citando a Valle-Inclán por boca de Max Estrella, parecen demostrar que «el sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada».