[32] Así sin defender una política abiertamente anticlerical –“les contuvo su propia religiosidad, la escasa decisión para traspasar los límites impuestos por la sociedad estamental y la excesiva dependencia del poder… [además de que] el control ejercido por la Inquisición impidiera a los críticos más decididos expresar resueltamente su pensamiento”-,[33] los ilustrados iniciaron “un proceso de consecuencias insospechadas.
[31] Este ideal se corresponde con el del párroco (que es útil, está en contacto con los fieles, obedece a su obispo y limita sus funciones al ámbito espiritual y asistencial), al que se opone el clérigo regular, portador de todos los efectos a erradicar, cuyo comportamiento no se ajustaba al ideal forjado por los ilustrados ni a los deseos de la Monarquía de un clero útil.
“En Confesiones de una niña (1806), una joven narra en confesión a un fraile cómo perdió la virginidad ante el acoso de un caballero y al prometer que no caerá nunca más en la lujuria, exclama el fraile: «Ese sí que es gran pecado / no la absolveré jamás»”.
Tal vez solo conozcamos una parte escasa de la magnitud de este fenómeno, cuya gravedad alcanzó tal grado que cuenta Joaquín Lorenzo Villanueva que un día el inquisidor general Felipe Beltrán le dijo: «Si no fuera por la Inquisición, el confesionario sería un burdel».
Esto da paso a situaciones impensables unos años antes ya que asesinar un sacerdote deja de ser un crimen sacrílego si es del campo opuesto.
En esta ocasión las protestas se generalizaron y un grupo de obispos refugiados en Mallorca escribió una Pastoral muy crítica hacia las Cortes.
[59] “En el Tapaboca se dice que desórdenes, como disponer de comadres en los conventos, besar a las mujeres y, en general, librarse a los placeres de la carne, «han cundido y existen por el presente aún con más desenfreno que en los tiempos pasados»”.
El texto más célebre y mejor elaborado sobre este tema está escrito por un clérigo, Antonio Bernabeu.
Así se creó una disputa periodística constante, a veces agria y no exenta de insultos.
Los define como «peste de la república» y «animales inmundos» que despiden un olor especial, llamado «frailuno», inaguantable a los hombres, pero muy apetecido del otro sexo, en especial de las beatas, juicio éste que logrará notable fortuna entre los anticlericales españoles posteriores, incluso del siglo XX.
Similar operación ocurrió en Zaragoza, donde hubo tiros, Barcelona, Valencia (donde estaba preso el conde de Almodóvar), Mallorca, Sevilla...».
Así por ejemplo, en 1820 se describía a los diputados que en 1814 habían firmado el Manifiesto de los Persas como «inmóviles, serviles, ultramontanos, ultrarrealistas y francos defensores del poder absoluto».
[71] Aunque el clero absolutista presentó los cambios adoptados por las Cortes y los gobiernos liberales como una política antirreligiosa, lo cierto fue que la inmensa mayoría de los liberales del Trienio eran católicos sinceros, como lo demuestra que no se propusiera cambiar la confesionalidad del Estado proclamada en la Constitución de 1812.
[77] Este mismo absolutista, refiere Julio Caro Baroja, recuerda el «dramón» La Inquisición por adentro, obra teatral estrenada en Barcelona para desprestigiar a la Regencia de Urgel, «en que a fuerza de tantas mentiras como palabras presentaban aquel Tribunal Santo más cruel que ningún tirano».
"En ella, según Julio Caro Baroja, el entusiasmo por la Constitución corre parejo a las censuras contra frailes, prebendados, familiares del Santo Oficio y todo lo que huela a «servilismo» [absolutismo]" En la irreverente Fray Lucas o el monjío deshecho, el personaje principal retratado con los típicos rasgos del fraile de las sátiras (glotón, hipócrita, lascivo, parásito...), se dice:[84] La política religiosa emprendida por las Cortes y los gobiernos liberales provocaron una dura reacción por parte de los sectores, laicos o eclesiásticos, más apegados a los valores e ideas del Antiguo Régimen.
Pero además una parte importante del mismo tuvo una participación muy activa en la sublevación realista, especialmente en el País Vasco y en Cataluña.
[91] Para contrarrestar la propaganda absolutista, la prensa liberal resaltó las actuaciones en defensa del orden constitucional de algunos sacerdotes y frailes.
En ese contexto se produjeron los motines anticlericales fundamentalmente por el apoyo que daban las órdenes religiosas a los carlistas en la guerra civil.
[120] Por orden del capitán general, el arzobispo abandonó Zaragoza con escolta militar y después de pasar por Lérida se refugió en Francia, donde residiría hasta su muerte en 1843.
[124] "En el caso de Zaragoza, se constata la animadversión rotundamente económica y política a una institución [la Iglesia] decantada por conservar sus privilegios, posesiones e impuestos propios”.
[126] Así durante la noche del 22 de julio fueran asaltados e incendiados varios conventos donde fueron asesinados 21 frailes.
Al día siguiente fue incendiada la fábrica El Vapor, instalada hacía poco en la calle de Tallers por la sociedad Bonaplata, Vilaregut, Rull y Cía.
Julio Caro Baroja ha llamado la atención sobre la figura del viejo fraile exclaustrado, pues a diferencia del joven que trabajó donde pudo o se sumó a las filas carlistas —o la de los milicianos nacionales—, vivió "soportando su miseria, escuálido, enlevitado, dando clases de latín en los colegios, o realizando otros trabajillos mal pagados".
[163] De los “pecados capitales” atribuidos a los clérigos hay dos que sobresalen sobre los demás: la avaricia y, sobre todo, la lujuria.
En cuanto al primero, los clérigos son presentados como unos egoístas sin escrúpulos a la hora de acumular riquezas.
Y sobre todo al acceso que tienen a los conventos de monjas vedados para los laicos donde viven los objetos eróticos más deseados en una sociedad católico-machista: las novicias.
La discusión se convirtió en un altercado y ardieron tres coches aparcados frente al Círculo, cuyos dirigentes pidieron la protección de la fuerza pública.
(...) Tras la Revolución de Asturias, Arboleya fue aún más claro en su diagnóstico sobre la situación del mundo obrero en relación con la Iglesia y sus organizaciones sociales:[199]
[208] La Iglesia no rectificó su política social y siguió insistiendo en la vía del sindicato católico vinculado a los patronos.
[217] Nada más terminar la guerra las autoridades franquistas abrieron un macroproceso llamado Causa General que englobaba todos los crímenes cometidos por los "rojos".