Es una obra esencialmente crítica donde se pone en ridículo la moda de los oradores de la época que utilizan en el púlpito un lenguaje gongorino altisonante; es un ataque al barroquismo en sus últimas formas degeneradas.
Los lugares por donde trascurre la vida de fray Gerundio desde su nacimiento son auténticos.
Las descripciones y detalles que da el autor hacen que se puedan localizar con facilidad, aun cuando les da un topónimo ficticio e inexistente.
Era hijo de Antón Zotes, un rico labrador que pertenecía a una familia arraigada en esta comarca y muy extendida por toda ella.
A Gerundio le apadrinó Quijano de Perote, capellán de Campazas, pariente lejano de Catalina, que pretendió ponerle por nombre Perote, a lo que se opuso rotundamente la madre, asegurando que Perote sonaba a perol.