[2][3] Como escenario imaginario, aparece también en otra novela suya, La incógnita, escrita en 1889.
El aspecto arquitectónico de la ciudad daba una apariencia ruinosa pero el poco movimiento humano que había proporciona cierta vitalidad.
El narrador la califica no solo como una ciudad enterrada sino también podrida.
Tiene un censo de 7324 habitantes, un ayuntamiento, una sede episcopal, un juzgado, un seminario, un depósito de caballos sementales, un instituto y otras instituciones oficiales.
[8] Más tarde en la novela sabremos sobre la existencia de un casino en la ciudad.